No al endurecimiento monetario
El Fondo Monetario Internacional (FMI) acaba de terminar su Misión de 2022 en Colombia. Y entre sus conclusiones afirma: “En medio de bajos excesos capacidad productiva y de las bajas tasas de interés real, el endurecimiento mas acelerado de la política monetaria es bienvenido”. Y confía en que “elevar las tasas de interés durante la primera mitad del año con el fin de endurecer lo suficiente las condiciones financieras y monetarias deberían guiar la inflación a la baja”. El endurecimiento monetario es un error. El FMI vuelve a la ortodoxia de los años de Friedman y no entiende que la inflación actual no es de naturaleza monetaria. En lugar de modificar el discurso sobre las causas de la inflación, estimula al Banco de la República para que continúe con su política equivocada de aumentos de la tasa de interés, que ya va en 5% anual.
En su evaluación de la economía colombiana, el FMI no cambia sus fórmulas tradicionales. Este llamado al endurecimiento en el caso colombiano contrasta con la flexibilidad que tuvo el Fondo en la reciente negociación con Argentina. Stiglitz considera que este acuerdo fue adecuado porque el FMI reconoció que la reestructuración de la deuda no debe estar acompañada de la austeridad porque se corre el peligro de ahogar a la economía. En palabras de Stiglitz, “es un programa sin austeridad que fue diseñado para promover el crecimiento económico”. Y felicita al FMI porque ha ido cambiado su posición, y ahora sí le está dando prioridad a un crecimiento incluyente y a asuntos tan relevante como el cambio climático. Reconoce Stiglitz que muchas de sus críticas al FMI dejaron de ser pertinentes. Quizás parte del optimismo de Stiglitz con el FMI se explique porque su discípulo Martín Guzmán es el ministro de Economía de Argentina.
Esta mayor amplitud que habría mostrado el Fondo en el caso argentino no tiene nada que ver con la dureza de su posición en Colombia. Si en Argentina mostró cierta heterodoxia, en Colombia volvió a insistir en las viejas fórmulas, que tanto daño han hecho en términos de crecimiento, empleo y equidad.
La inflación de Colombia se explica por el estrechamiento de la oferta, y no por razones monetarias. La combinación de factores como la voluminosa importación de alimentos básicos, la pandemia, la crisis de los contenedores y la guerra en Ucrania, ha sido una mezcla explosiva. Y estos males estructurales no se corrigen endureciendo la política monetaria como lo ha hecho el Banco de la República, que ahora recibe el respaldo incondicional del FMI.
Si el FMI propusiera en Colombia alternativas como las que impulsó en Argentina, las conclusiones sobre el manejo de la inflación tendrían que ser completamente diferentes. En lugar de aumentar la tasa de interés, el Banco de la República debería contribuir a crear condiciones que mejoren la productividad, la inversión y el empleo. Y el primer paso para no ahogar la actividad económica es mantener bajo el costo del crédito.
La comisión del FMI que realizó la evaluación de Colombia debería conversar con la que hizo el acuerdo de la deuda con el gobierno argentino. Además, los funcionarios del Fondo deberían tener presente varias de las declaraciones de Kristalina Georgieva, su directora, que reflejan una visión menos estrecha que la de los expertos que estuvieron en Colombia.