El 29 de enero en La República, Sergio Clavijo escribió un artículo comentando la obra de Thomas Piketty, El Capitalismo en el Siglo XXI. Varias de sus afirmaciones pretenden desvirtuar el análisis de Piketty.
Clavijo comienza descalificando a Piketty porque es ingenuo y no sabe cómo se mueve la realidad en el campo de la política económica. Dice Clavijo que “la pura teoría académica resulta claramente insuficiente”. Es evidente que no basta con los modelos que plantea la academia. Pero Piketty nunca ha dicho que la teoría académica sea suficiente. Todo lo contrario. Cuando analiza la relación entre la rentabilidad del capital y el producto per cápita apenas está proponiendo una hipótesis explicativa del origen de desigualdad. En ninguna parte del libro se insinúa siquiera que esta relación pueda ser considerada una ley.
En lugar de atribuirle a Piketty una confianza excesiva en los análisis académicos, Clavijo tendría que poner en tela de juicio la actitud de los colegas economistas que, a diferencia de Piketty, sí absolutizan los modelos, y que guiados por un positivismo ingenuo, toman decisiones en el campo de la política económica siguiendo la orientación “científica” del modelo. Clavijo debería mirar a su alrededor. Los modelos académicos han sido absolutizados, no por Piketty, sino por quienes son inflexibles en su defensa de la independencia del banco central, a partir de la concepción académica de la neutralidad y la super neutralidad del dinero. La academia se absolutiza cuando, a rajatabla se defiende la regla fiscal y se la convierte en el único criterio para reducir el gasto público. Los programas de austeridad, y de austeridad inteligente, han sido diseñados por quienes interpretan de manera dogmática los modelos académicos.
Piensa Clavijo que Piketty es ingenuo porque propone tasas impositivas marginales de 60%-70%, pero estos niveles de tributación son compatibles con buenos crecimientos. Los países con tributación progresiva a las personas han tenido excelentes niveles de desarrollo. Las series de Piketty muestran que la menor desigualdad puede ir a la par con altos PIB per cápita. Este resultado siempre sorprendió a Kuznets.
Dice Clavijo que en Colombia el impuesto a la riqueza ha sido inútil porque el Gini se mantiene en un “vergonzoso” 0,54. En varios apartes de su libro, Piketty insiste en que las mediciones convencionales del Gini no dan cuenta de lo que pasa con la riqueza porque la información de las encuestas de hogares corresponde a los ingresos laborales. El Gini al que se refiere Clavijo es el de las encuestas de hogares que no tienen forma de captar la riqueza. La sociedad colombiana le debería exigir a tres entidades la información anual sobre los Gini respectivos: a la Bolsa de Colombia sobre desigualdad en el mercado accionario, al Igac sobre concentración de la propiedad de la tierra, y a la Dian sobre distribución de la riqueza y el patrimonio. Estos Gini serían mucho más vergonzosos, seguramente superiores a 0,85. Y sobre estos Gini sí actúa el impuesto a la riqueza.
Estoy de acuerdo con Clavijo sobre la incidencia positiva que tiene la educación en la movilidad social. Pero Clavijo no dice cuál es la alternativa para financiar los enormes recursos que requiere la educación. Según datos de la Ocde, hoy Colombia gasta por niño año US$1.301. Para que el país pueda tener un gasto en educación que, por lo menos, sea similar al de Chile (US$5.083 niño año) solamente hay un camino: impuestos progresivos a la riqueza.