Después del triunfo de Trump se están creando condiciones propicias para la consolidación de la plutocracia, o el gobierno de una minoría rica.
La simbiosis Musk-Trump plantea numerosas preguntas. La riqueza de Musk se presenta como expresión de éxito, y como el logro supremo del sueño americano. Con el nuevo gobierno un súper súper súper superrico como Musk no tendrá ninguna limitación, ni en la acumulación de ingreso, ni en su capacidad de influir en el gobierno y en la opinión pública. La red X es apenas uno de sus instrumentos. Inmediatamente ganó Trump, la riqueza de Musk aumentó a US$353.000 millones, sacándole una enorme ventaja al segundo, Jeff Bezos, que tiene US$231.000 millones. Y, sin duda, Musk contará con todo el apoyo del gobierno para continuar incrementando su riqueza de manera exponencial.
Se está presentando un cambio sustantivo en el tipo de capitalismo. La plutocracia se impone, y los sueños del Estado del Bienestar están quedando atrás. Durante la segunda mitad del siglo XX se consideró importante luchar contra la desigualdad y la concentración de la riqueza. Para lograr este propósito se consolidaron los impuestos progresivos. A finales de los años setenta, en el último rango de la cadena de ingresos, la tarifa del impuesto a la renta llegó a estar cerca de 90% en algunos países del norte de Europa. Estas tarifas han caído, y ahora son del orden de 45%-50%. Estas menores tarifas han estado acompañadas de un aumento del gasto público. La conjunción de estas dos tendencias se ha reflejado en incrementos sustantivos de los saldos de deuda pública.
El gobierno de la plutocracia continuará reduciendo los impuestos a los más ricos. Y ello tendrá consecuencias negativas en las cuentas fiscales, y plantea numerosas preguntas sobre la solidez de la democracia. La incidencia de los plutócratas en las decisiones de las sociedades democráticas es significativa. En la financiación de la campaña de Trump la participación de los grandes ricos fue significativa y, sin duda, tendrán acceso privilegiado al gobernante.
Queda la nostalgia por los avances de la socialdemocracia. La lucha por una mejor distribución del ingreso y de la riqueza está pasando a un segundo plazo. También será un asunto del pasado las leyes antimonopolio. Se avecinan días de mayor concentración de la riqueza.
Es de esperar que esta situación sea transitoria, y que en un futuro, ojalá no muy lejano, haya que volver a replantear la importancia de la distribución de la riqueza. Hay tres razones para mantener la preocupación por la concentración: la situación fiscal, la crisis ambiental y la libertad política.
Si los grandes ricos, y las empresas globales no pagan impuestos es imposible resolver el desbalance fiscal que se está presentando en todos los países. Los saldos de la deuda pública siguen creciendo de forma acelerada.
Los asuntos ambientales no se pueden solucionar sin cambios sustantivos en la equidad. Los compromisos adquiridos en las diferentes COP exigen una política redistributiva.
Y la concentración entorpece el espacio de la discusión democrática. En palabras de Oxfam, el gobierno para las élites es un “secuestro democrático”.
En las estadísticas sobre distribución se ha avanzado en la división por centiles, superando la clasificación usual que era por deciles. Ahora, con la acumulación desproporcionada de los grandes ricos, habría que examinar lo que sucede en el rango del uno por millón porque allí es donde está la enorme concentración de la riqueza.