ProPublica, una organización sin ánimo de lucro, acaba de publicar las tarifas efectivas del impuesto que pagan los grandes ricos de los Estados Unidos. Warren Buffett, 0,10%; Jeff Bezos, 0,98%; Michael Bloomberg, 1,30%; y Elon Musk, 3,27%. Mientras tanto, la tarifa efectiva de una persona de ingresos medios es de 14%.
Estas diferencias, que son escandalosas, explican el aumento de la desigualdad y el debilitamiento de la clase media. Y el asunto es relevante porque ha hecho temblar las bases de la sociedad norteamericana. El consumo masivo fortalece el mercado. Y sin distribución del ingreso y de la riqueza se cae la demanda agregada. Aunque estos principios son elementales y bastante aceptados, presentan dos obstáculos. Por un lado, las dinámicas de los mercados, sobre todo de los financieros, están agudizando la desigualdad. Y, por el otro, los sistemas tributarios han sido incapaces de romper esta tendencia.
Por su misma naturaleza el mercado lleva a la concentración. La empresa exitosa y la persona talentosa terminan superando y aniquilando al competidor. Es una manifestación del efecto Mateo. Como dice el evangelio, a quien tiene más, se le dará más. Y a quien no tiene, se le quitará lo poco que tiene. Por esta razón, las sociedades de mercado se han tratado de proteger con diversos mecanismos. Dos de ellos son las leyes antimonopolio, y los impuestos progresivos. En el mundo contemporáneo ambas talanqueras han fracasado, y los ricos aumentan su patrimonio segundo a segundo de manera exponencial.
La denuncia de ProPublica confirma el diagnóstico más global de Thomas Piketty. Y en el caso colombiano va en la misma dirección de los estudios que han realizado varios colegas. Recientemente, Luis Jorge Garay y Jorge Espitia. Y antes, Facundo Alvaredo y Juliana Londoño. El informe de la Comisión de Beneficios Tributarios vuelve sobre el mismo punto. De acuerdo con los análisis de la Comisión, la tarifa efectiva del impuesto a la renta del 1% más rico del país apenas es del 2,1%.
Los diagnósticos, a nivel internacional y nacional, son contundentes. No dejan ninguna duda. Para corregir esta situación, que mueve el sentimiento moral de la indignación, es necesario comenzar exigiendo información transparente. En el caso colombiano es inaceptable el poco interés que tiene la Dian en mostrar, cada año, la forma como va evolucionando la concentración de la riqueza. Este oscurecimiento es una de las modalidades de captura del Estado por parte de los grandes ricos. En la medida en que se vaya mejorando la información se pueden ir tomando decisiones más adecuadas.
En el campo internacional es bienvenida la cruzada que está haciendo Biden, buscando que hay acuerdos sobre una tarifa tributaria mínima, evitando que las empresas globales se refugien en paraísos fiscales. En Colombia se continúa dejando de lado el tema distributivo. Los acuerdos que han sido presionados por el movimiento social apenas tocan lo mínimo. No se observa ninguna preocupación por abordar aspectos estructurales. Se siguen dejando de lado asuntos tan relevantes como la concentración de la tierra, de la riqueza, de las propiedades inmobiliaria y accionaria. Son temas vedados, y no se quiere reconocer que allí está el origen de muchos de nuestros males.