Analistas 27/12/2019

Salario mínimo, productividad y consumo

Jorge Iván González
Profesor de U. Nacional y Externado

El gobierno acaba de subir, por decreto, el salario mínimo en 6%. Las centrales obreras aspiraban al 8%. Los empresarios, que habían propuesto el 5,88%, quedaron satisfechos con el 6%. Fue necesario definir el salario por decreto porque no hubo acuerdo entre las partes.

Este nuevo valor del salario mínimo abre, una vez más, la discusión sobre su conveniencia y sus bondades. Hay cuatro temas que se suelen ventilar. El primero tiene que ver con el salario y la capacidad de compra de los trabajadores. El segundo se refiere a su relación con la productividad. El tercero a su pertinencia, y su alcance nacional y regional. Y el cuarto a su incidencia sobre el nivel de empleo.

El salario mínimo y la capacidad de pago
El mínimo aumentó por encima de la inflación. El índice de precios al consumidor (IPC), creció entre los meses de noviembre de 2018 y 2019 en un 3,84%. Así que el 6% representa un aumento de más de dos puntos por encima de la inflación. Esta alza en términos reales favorece ligeramente la actual capacidad de compra de los trabajadores. De todas maneras, el monto aprobado de 980.657 pesos mensuales, incluyendo auxilio de transporte, es insuficiente para adquirir los bienes que el trabajador y su familia consideran valiosos. Y en el ámbito internacional, comparado con los socios del país en la Ocde, el salario que se paga en Colombia es relativamente bajo.

El salario mínimo y la productividad
Este es un tema que no se discute tanto como el anterior. La relación entre el salario y la productividad se puede examinar de dos maneras. La primera, que se usa en Colombia, es expost. Una vez definida la productividad total de factores (PTF) del año en curso, se toma el dato como un punto de referencia para aumentar el salario unos puntos más allá de la inflación. La segunda es exante. Primero se fija el salario, y después se invita a las empresas para que el año siguiente aumenten la productividad en una proporción igual o superior a los puntos que subió el salario por encima de la inflación.

En la lógica expost se acepta los niveles de productividad de las empresas, así sean deficientes. En cambio, en la lógica exante el salario se convierte en un estímulo para el mejoramiento de la productividad. Si el salario sube, los empresarios deben mejorar la eficiencia productiva, de tal forma que no se reduzcan sus utilidades. A la larga, esta segunda vía es más conveniente porque obliga a mejorar la productividad y la competitividad.

Además de las lógicas expost y exante, uno de los asuntos más polémicos es la forma de medir la productividad. El Dane tiene razón al proponer que la metodología se simplifique, como se está haciendo a nivel internacional. La PTF resulta de un proceso econométrico excesivamente complejo. Esta caja negra es indescifrable para la mayoría de la población y, además, el valor resultante depende, de manera excesiva, de los supuestos que alimenten el modelo. Hay otros procedimientos más sencillos, como la productividad media (valor agregado sobre el número de trabajadores), que es intuitivamente clara, y que permite un cálculo más cercano a la realidad.

Es importante que en Colombia se continúe dando el debate sobre la mejor forma de medir la productividad. Ya es hora de abandonar la PTF.

La pertinencia del salario mínimo, y su alcance nacional y regional
De nuevo, estos días volvió el debate sobre la conveniente de eliminar el mínimo, o sobre las bondades de definirlo de manera regional. Ambas propuestas son inadecuadas.

El salario mínimo se debe mantener Y, además, no es conveniente regionalizarlo. Las brechas que existen entre los departamentos y municipios del país son significativas, y si se avanzara hacia la diferenciación regional, las diferencias se acentuarían. El salario mínimo de cobertura nacional es una forma de evitar que se acentúe la desigualdad regional.

El salario mínimo y su incidencia en el nivel de empleo
Se ha dicho que el salario mínimo tiene un impacto negativo en el empleo. Esta apreciación no se ha demostrado. Para el conjunto de la economía, no ha sido clara la relación de causalidad entre el salario mínimo y el empleo. Más que evidencias, las preguntas por el tipo de causalidad agudizan el debate entre escuelas de pensamiento económico. La información empírica nunca será suficiente para dirimir el debate.

Para los keynesianos es evidente que el mayor salario hala la demanda y, a través de ella, la inversión y el empleo. Para los empresarios colombianos - no keynesianos - el salario es un obstáculo para la generación de empleo. El punto de vista macro de los keynesianos no es captado por los empresarios, que están agobiados por sus angustias micro. La conciliación de ambas tendencias única es posible, y siempre de manera frágil, en la arena política.

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