En materia de impuestos sobre el ingreso, la clase media colombiana ha crecido en los últimos treinta años, pero ha crecido consentida.
No solamente paga un muy bajo porcentaje de su ingreso en impuestos, si no que, además, lo que paga es muy inferior a lo que pagaría cualquier trabajador o inversionista colombiano que decidiera emplearse en otro país de la región o llevar su capital allí. Un colombiano con un ingreso de $3,5 millones paga cero pesos de impuesto de renta mientras que, en cualquier otro país de Latinoamérica, pagaría en promedio por lo menos un 7% de ese ingreso, lo mismo que en Estados Unidos.
Al tiempo, es una clase media que sí recibe los servicios que la Nación financia y que demanda crecientemente: más atención, más recursos, más servicios. La mayor parte de estos servicios y bienes provistos por el Estado y financiados por la Nación se proveen a quienes viven en Colombia en las principales ciudades capitales, donde vive la gran mayoría de esa clase media.
La Nación, por ejemplo, financia la educación pública que recibe mayoritariamente esa clase media: tanto la universitaria, como la secundaria y la primaria, estas dos últimas gratuitas, y la primera con un enorme subsidio.
Y esa misma clase media quiere más y lo demanda a grito y protesta. Y cuando le piden un esfuerzo tributario, amenaza con más grito y protesta.
La reforma tributaria propuesta al Congreso aumenta por primera vez en décadas la tributación para esa clase media.
En impuesto de renta, por ejemplo, llevaría a que a partir del 2023 los colombianos que perciben un ingreso, por cualquier concepto, incluyendo salarios y honorarios, comiencen a pagar impuesto de renta, a una tarifa progresiva, igual para todos, a partir de un ingreso de cerca de $2,5 millones al mes. El ingreso promedio de los colombianos es algo superior al $1,7 millones al mes y la mayoría de los colombianos no alcanza a tener un ingreso de $1,2 millones, la mitad del nivel al cual comenzarán a pagar impuesto sobre sus ingresos los colombianos.
¿Cuánto pagarán? No mucho. La reforma tributaria propone que una persona que gane al año $64 millones (menos de $5,5 millones al mes), por ejemplo, pague por impuesto de renta en 2023, sobre ingresos del 2022, algo más de $90.000 mensuales, un 1,7%. Es poco y es justo que lo pague. En 2024 pagaría el doble; aún así, es muy poco para una persona que tiene un ingreso casi cuatro veces lo que gana la mayoría de los colombianos (repito, el ingreso mediano es de cerca de $1,2 millones).
En IVA, el costo para la Nación de lo que deja de pagar una familia de clase alta en Colombia al mes es de cerca de $400.000 pesos, lo que, además, es ínfimo para esas familias como proporción de su ingreso. Se pregunta uno si quienes aúpan la protesta ciudadana en las calles en contra de terminar con los subsidios a los productores que entrega el IVA no son quienes más se benefician de la baja tributación con ese impuesto.
Quienes van a pagar un poco más no son de la clase media, son de la clase alta y media alta. Por eso, probablemente, se oponen. Quieren seguir consentidos.
La reforma tributaria avanza, en estos dos impuestos, en Justicia y en equidad. El Congreso debe aprobarla, y permitir que quienes tienen cómo pagar con su ingreso lo hagan, sin modificar la propuesta del Gobierno Nacional en materia de impuesto de renta. Y ojalá que la “clase media”, malcriada, responda con menos gritos y pagando más impuestos.