¿Dónde están los planes para la industria carbonífera?
Las serias dificultades por las que atraviesa el sector carbonífero en Colombia, producto de la fuerte caída en precios, producción y exportaciones, además de las parálisis debido a las huelgas y el impacto de la pandemia mundial, colocan a esta industria ante un futuro incierto que se nubla aún más con la ausencia de oportunidades y planes del Gobierno Nacional para su recuperación.
Siendo el carbón el segundo producto de exportación en Colombia, con aportes del 88,8% del total de las regalías mineras que se recaudan y del 1,1% en el PIB nacional, es indiscutible su relevancia en el contexto de recuperación económica en el que nos encontramos. Dejando a un lado la discusión de sí las regalías logran o no cumplir una función estructural dentro del desarrollo socioeconómico de las regiones, hay que reconocer el importante aporte que la industria carbonífera ha realizado al país por años y su destacada participación en el mercado mundial energético.
La profunda crisis de la minera, en el que fue el peor año para el sector, dejó cifras alarmantes como la registrada por Cerrejón que cerró sus exportaciones en 2020 con 13,6 millones de toneladas de carbón, el reporte más bajo en los últimos 18 años, que representa una disminución de cerca del 50% respecto a las exportaciones alcanzadas en 2019. Con resultados más alentadores, la empresa Drummond registró una caída del 10,3% en la producción de carbón y del 4,4% en sus exportaciones, cifras que si bien no son positivas mantienen la esperanza en el resurgimiento de la operación minera colombiana.
El protagonismo a nivel global que ha venido perdiendo este mineral en los últimos años, fruto del acelerado crecimiento de las energías no convencionales, el auge de nuevas políticas mundiales de transición energética y los precios en descenso del gas natural, demuestra el cambio que se está produciendo en las dinámicas del sector y la urgencia que existe de adaptar nuestra industria a estas transformaciones; con la búsqueda de nuevos mercados, la incorporación de futuras inversiones, el fortalecimiento de una operación carbonífera más eficiente y sostenible, entre otras acciones.
No podemos olvidar ni negar que el carbón ha sido por años la fuente de desarrollo y progreso en muchos departamentos del país, como el Cesar y La Guajira donde su producción representa un 40% y 35% de las economías respectivamente, por lo que difícilmente hallarán de un momento a otro un reemplazo a esta actividad. Extraña encontrar que, existiendo tantas regiones con una dependencia muy alta de la producción de este mineral, el Gobierno Nacional en cabeza del Ministerio de Minas y Energía, no le esté dando al carbón la atención que merece pese al preocupante panorama que enfrenta la industria.
Mientras que no exista un plan claro a largo plazo acerca de la sustitución de la industria del carbón en Colombia, hay que seguir fortaleciendo el sector e incluyéndolo entre los planes de crecimiento y explotación de minerales, sobre todo teniendo en cuenta que por su bajo contenido de cenizas y azufre; y por ser alto en volátiles y en valor calorífico, el carbón colombiano es uno de los de mayor demanda en el mundo.
Si bien la tendencia mundial hacia la descarbonización crece de manera vertiginosa, es erróneo pensar que el mercado global del carbón llegará pronto a su fin, por lo que resulta inconveniente darle la espalda a la industria carbonífera del país y desaprovechar las oportunidades que representa para el restablecimiento económico.
Ignorar el papel clave que juega el carbón en la economía nacional es un grave error, no estamos en condiciones de soportar las enormes pérdidas que supondría el abandono de la industria carbonífera. En estos momentos es imposible reemplazar esta actividad productiva en Colombia, el Gobierno debe establecer una hoja de ruta clara que se alinee a las nuevas dinámicas de los mercados, para de esta forma asegurar la sostenibilidad del sector en el corto y mediano plazo.