A pocas horas de que se abran las urnas para la elección del nuevo Congreso de la República (2022 - 2026), y las consultas presidenciales, el llamado no debe ser distinto a convocar al desarrollo de una jornada electoral que oxigene la democracia a través de una celebración libre y transparente. Apelar a la sensatez y a la expresión de un espíritu más colectivo que nos movilice como sociedad en un único propósito de bien común, es fundamental para que logremos superar, entre todos, los enormes desafíos que tenemos como país.
Ha sido desafortunado que las consultas de los precandidatos presidenciales, hayan eclipsado y desplazado de la agenda nacional el debate para el legislativo. Los colombianos no deben olvidar que la nueva composición del Congreso será definitiva en la redefinición del destino de nuestra Nación y sus regiones, por lo que la responsabilidad de elegir bien a los próximos legisladores, tiene un gran peso. Quienes buscamos una curul en la Cámara Alta o Baja, tenemos sobre nuestros hombros la obligación de generar cimientos fuertes para la recuperación de las familias colombianas.
Algo que ha causado profundo daño a la democracia y a la estructura de valores de la Nación, es la corrupción electoral que ha ensombrecido la política en Colombia. Si queremos que nuestros tres poderes públicos continúen como símbolos supremos de la institucionalidad nacional, y que alcancemos una recuperación en términos de justicia social, sostenibilidad y progreso, tenemos que erradicar de tajo los factores contaminantes del ejercicio político. Por ello, es urgente que la representación del pueblo la preservemos en manos de quienes pueden y deben ejercer una actividad política limpia y decorosa, al servicio del desarrollo institucional, económico y social.
El recrudecimiento de la violencia electoral ha tomado protagonismo en estas elecciones. Según el “Quinto informe preelectoral de violencia contra líderes políticos, sociales y comunales” de la Misión de Observación Electoral (MOE), entre el 13 de marzo de 2021 y el 13 de enero de 2022 se registró “un total de 455 hechos de violencia contra líderes políticos, sociales y comunales en el país”, un incremento del 112,6 % en relación con el anterior período preelectoral. Un fenómeno que hay que combatir con toda la fuerza y la ley, para impedir que los terroristas fracturen nuestra democracia.
Con sus claroscuros, tenemos una democracia que si bien no es perfecta, se ha caracterizado siempre por ser ejemplo en América Latina. Cuidarla para que siga siendo nuestro sostén es responsabilidad de todos. Pedimos a la Fuerza Pública, a los entes de control, las instituciones y los órganos de veeduría, redoblar esfuerzos para garantizarle a los colombianos el derecho al voto, en un ambiente de libertad, transparencia y juego limpio. Y a los ciudadanos, que salgan a ejercer su deber democrático.
Aunque esta ha sido una de las campañas más intensas y exigentes que he realizado en mi vida política, tengo la satisfacción absoluta de haber desarrollado un ejercicio electoral transparente e incluyente, que sumó y multiplicó. Con el número 2 del Partido de la U, he buscado enriquecer el debate democrático, a través de propuestas y hechos que demuestran nuestra gestión en el Congreso de la República, y el camino que queremos seguir recorriendo.
La actual situación de Colombia, demanda máxima sensatez y una reflexión juiciosa, por parte de los ciudadanos. Para mañana nuestro mensaje es que tomemos la mejor decisión por el futuro del país. Pensemos bien. Votemos bien. Por los mejores.