Con la polémica generada alrededor del nombramiento de Omar Andrés Camacho como ministro de Minas y Energía, debido a su ideología política y las inconsistencias en su hoja de vida, que indudablemente debe ser aclarada, crece la preocupación por el rumbo que tendrá el sector energético del país, que hoy después de un año de gobierno, continúa con más dudas que certezas. Es que el rosario de enormes desafíos de esta cartera, una de las más importantes, demanda un liderazgo con gran talante, conocimiento, y ecuanimidad.
En primer lugar, el Minminas tiene el reto de lograr que la transición energética justa, impulsada por el gobierno, pase de las buenas intenciones a los hechos, para lo que debe concretar prontamente su hoja de ruta. Desde luego, debe continuar trabajando por resolver las dificultades que presentan los proyectos renovables, y especialmente seguir avanzando en la expansión de una infraestructura lineal robusta que garantice la interconexión de energías renovables al SIN.
La llegada del Fenómeno de El Niño añade amenazas al sector, que deberán ser sorteadas por el nuevo ministro en medio de un mercado energético que se encuentra más sensible que nunca; ahogado por los altos precios, con alertas sobre riesgo de racionamientos, retrocesos en proyectos renovables y sin un rumbo claro en temas de petróleo y gas. En este punto, es imprescindible definir el futuro de las actividades de exploración y explotación, así como las estrategias para asegurar la soberanía energética en el corto, mediano y largo plazo.
Por otro lado, es impostergable empezar a enviar señales positivas al país y su institucionalidad. El nombramiento en propiedad de los cuatro expertos de la Comisión de Regulación de Energía y Gas (Creg), es un tema que no da espera. El Gobierno debe darse a la tarea de elegir, en breve, comisionados con rigurosidad e independencia técnica, conocedores del tema minero energético, que correspondan a su propósito de regular el sector.
Es también responsabilidad de Minminas establecer medidas para aligerar la carga que en estos últimos meses se le ha impuesto a los colombianos, con el aumento gradual del precio del galón de la gasolina debido al déficit en el Fondo de Estabilización de Precios de los Combustibles (Fepc). De igual manera, es apremiante disminuir la billonaria deuda que tiene el Gobierno con las empresas comercializadoras por concepto de opción tarifaria, que alcanza los más de $4,6 billones.
El panorama no es nada fácil, toda vez que, son muchas las problemáticas e inmensos, más no imposibles los retos que tiene en sus manos el nuevo ministro para sacar adelante a un sector que se encuentra a la espera de una clara política energética. No se puede seguir improvisando y permitir que la ideología acabe con la economía de Colombia, el país exige un minminas que se destaque por su liderazgo en una transición energética responsable, respaldada por la industria de los hidrocarburos, que garantice a los colombianos la protección del medio ambiente y la seguridad energética.