A toda marcha trabaja el Gobierno Nacional en la nueva reforma tributaria, que aún no llega al Congreso de la República y ya es sujeto de críticas. Si bien no es nuevo que los proyectos de reforma enciendan agudas polémicas, esta segunda e inconveniente propuesta, que será presentada en un ambiente de fuertes tensiones políticas y de desaceleración de la economía, sigue sin convencer.
Venimos de una reforma que falló estrepitosamente, en la que se prometía combatir el hambre, reducir la pobreza, buscar la igualdad y la justicia social, así como el rescate de la economía de los colombianos. Sin embargo, hoy tenemos un desequilibrio fiscal que buscan resarcir con el recaudo de los $12 billones, que según el ejecutivo, hacen falta en el Presupuesto General de la Nación del 2025, pero siguen sin frenar el alto gasto burocrático.
En los primeros planteamientos del proyecto de reforma que han salido a la luz estos días, no vemos esas soluciones innovadoras que se necesitan para disipar la carga impositiva sobre la clase media y trabajadora del país. Por el contrario, nos encontramos con la creación de tributos coyunturales que dilatan indefinidamente las soluciones de fondo.
Estoy obligado a legislar pensando en lo que es justo y apropiado
Necesitamos un Gobierno concentrado en profundizar la lucha contra la pobreza, innovar en el campo empresarial, acelerar los emprendimientos, persistir en la austeridad inteligente del Estado, promover y hacer realidad el progreso de nuestras regiones, así como sellar la paz y reconciliación entre los colombianos, no en trasladarle más cargas fiscales a los colombianos. Un factor fundamental para el futuro de las finanzas públicas nacionales será lo que permita el nuevo estatuto tributario en contra de la evasión de impuestos.
Nada fácil es la tarea de instrumentar y ejecutar la política tributaria, pero esta no puede convertirse en una espada de Damocles sobre la cabeza del contribuyente, se debe mantener el compromiso con el país, la institucionalidad, el saneamiento financiero, la inversión pública, la función social del Estado, la defensa de la propiedad privada y el juego limpio en desarrollo de actividades oficiales y particulares, entre otros aspectos fundamentales de la vida nacional.
Tengo presente que como congresista fui elegido para representar a los ciudadanos y defender los intereses públicos, especialmente cuando acciones populistas buscan colarse en reformas instrumentales para el país, que exclusivamente demandan disposiciones estructurales idóneas y técnicas, como es el caso de esta reforma que debe garantizar un régimen tributario estable. Respaldaré lo que sea necesario en la materia, pero desde ya puedo anunciar mi voto negativo contra una reforma que quiera convertirse en una nueva cachetada a los pobres y a los asalariados colombianos.
Estoy obligado a legislar pensando en lo que es justo y apropiado para el beneficio colectivo, de tal manera que desde el Congreso de la República evitemos un mal mayor a los que ya tenemos. Buscaremos ante todo proteger el bolsillo de las