
Reformas asociales
Por consulta popular. Ese ha sido el anuncio del Gobierno, que busca ahora un mecanismo ajeno al legislativo para lograr la aprobación de la reforma laboral y de salud. El anuncio se dio tras la radicación de la ponencia de archivo a la reforma laboral en la Comisión VII del Senado. Los tiempos, recursos y método de la consulta son, por ahora, inciertos. El Gobierno parece jugarse su última carta, sumido de lleno en modo electoral, probablemente el ambiente donde mejor se siente y que quizás nunca abandonó del todo. La campaña le resulta más fácil que el desgastante ejercicio de gobernar.
Algunos analistas ya hacen cuentas de las sumas y restas de lo que viene. No obstante, no deja de sorprender lo superfluo del análisis de varios opinadores políticos, que nunca superan las discusiones mecánicas sobre los efectos electorales y las narrativas simplistas, y evitan, por falta de rigor, método o simple conveniencia, adentrarse en los contenidos propios de las reformas. Algunos, con micrófono diario y un discurso cacofónico, martillean las mismas ideas sobre la conveniencia o no de las reformas, basados en la mecánica electoral, ignorando su contenido concreto y específico. Contribuyen, sin saberlo o a conciencia, a la ligereza del debate público en Colombia.
Las reformas, mal llamadas sociales, parten de diagnósticos mal cocinados, a medio hervor, y plantean soluciones que en casi todos los casos son inconvenientes o anacrónicas. El Congreso le aprobó al Gobierno, sin un debate suficiente en la Cámara, una reforma pensional que, si bien tiene aspectos rescatables, de tajo empeora la situación de la mayoría de los trabajadores colombianos, vía un pilar Semicontributivo mal diseñado.
Adicionalmente, genera un pilar de reparto, en vía de extensión a nivel mundial, que domina buena parte del sistema y lo hace, al mismo tiempo, insostenible ¿Qué tiene de social empeñar el futuro de los jóvenes con una reforma pensional insostenible? ¿Qué tiene de social empeorar las reglas de juego para los trabajadores informales que se queden cortos en semanas cotizadas?
Por el lado de la salud, más allá de la crisis actual crisis financiera, los cambios buscan centralizar y monopolizar en manos de políticos la asignación y veeduría de los recursos. ¿Será que lo social acá se entiende como privilegiar el modelo clientelista de la salud? El sistema propuesto será probablemente insostenible -el piloto para el servicio a los maestros ya lo es-, en lo que podría ser la peor herencia que le podríamos dejar a la siguiente generación de colombianos.
Finalmente, la reforma laboral no se ajusta a la realidad del país. Colombia es un país informal. Nuestro tejido empresarial es disperso, frágil y precario. La reforma laboral es anacrónica. Podría hablarle a un país ya formalizado, pero no al nuestro. Los sindicatos y otros grupos de interés defienden la reforma laboral con un discurso proletario que, irónicamente, no representa la fuerza laboral colombiana.
Estas reformas son, en últimas, asociales. No conversan, escuchan ni atienden la problemática social colombiana. Detrás de ellas hay varios eslóganes, llamativos y sugestivos, que bien podrían, en las urnas, seducir incautos y movilizar grupos de interés específicos. No obstante, no deberían tener ninguna probabilidad de éxito con votantes que entiendan que las recetas planteadas no son el cambio que el país necesita.