Analistas 18/11/2022

Autopistas urbanas

José Joaquín Ortiz García
Presidente de Joyco

¿Ha pensado en la pérdida de tiempo que sufre cuando está en un trancón? ¿se ha preguntado en qué otra cosa podría aprovechar dicho tiempo si la movilización por la ciudad fuera más rápida? Es muy probable que la respuesta sea que sí, si vive en Bogotá o en alguna ciudad en la que los trancones son el pan de cada día.

Estar atascado en tráfico produce una sensación de desesperanza, pues día tras día, los usuarios de los miles de carros que hacen recorridos participan de una actividad que genera pérdida de valor a la ciudad y a sus habitantes.

Por ejemplo, trasladarse desde Chía, Cundinamarca, al centro de Bogotá, digamos, a la calle 72 con Avenida Caracas, en carro puede tomar 40 minutos; claro, ¡a las 4:00 de la mañana! La distancia de regreso es la misma, unos 30 kilómetros, pero con seguridad rondará las dos horas de viaje, si se hace saliendo a la hora pico de la tarde.

Se puede decir que ese trayecto se ha hecho menos tortuoso con el inicio del contrato de concesión para los Accesos Norte fase 2, pues el concesionario ejecutó labores serias de parcheo muy rápidamente, permitiendo un desplazamiento más fluido. Los huecos que llevaban formándose por los últimos veinte años ya no están, se mejoró la señalización, aumentó la velocidad y también la seguridad vial para todos, incluidos los ciclistas.

Sin embargo, traigo este ejemplo a colación para reflexionar en torno al impacto que puede tener el retraso del inicio de las obras necesarias para desarrollar la economía del país. No estamos acostumbrados a medir indicadores como el costo de operación de los vehículos o el costo por la pérdida de tiempo en el trancón. No obstante, cabe anotar que dichos costos, producto de demoras en la ejecución de los proyectos, pueden llegar a ser equivalentes a entre el 10 y el 20% de la inversión en capital requerida para la iniciativa, cada año.

Tanto los países en vía de desarrollo como los desarrollados necesitan mover personas y bienes de un lado a otro. La diferencia es que los segundos, en general, ya han desarrollado gran parte de la infraestructura que necesitan para esto, mientras que los primeros están apenas en proceso de construcción.

Cuando se habla de autopistas urbanas, de las cuales tenemos cero en Colombia, hay quienes dicen que no son la solución, argumentando que más vías inducen más tráfico y por lo tanto se perpetúa el trancón. Se cuestionan, además, porque supuestamente servirían solamente a los usuarios de vehículos particulares.

Como parte de una planeación urbana integrada, que debería incluir aspectos como el desarrollo urbano denso, infraestructura segura para ciclistas y peatones, transporte público eficiente y vías en buen estado que permitan la movilidad de productos y personas, las autopistas urbanas constituyen un elemento más que traería progreso a la ciudad y a la región metropolitana Bogotá - Cundinamarca.

Según el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF), el programa de autopistas urbanas en Colombia mejoraría la competitividad, el potencial de creación de trabajos y negocios y la innovación tecnológica mediante sistemas inteligentes de transporte. Es momento de meterle el acelerador a estos proyectos, pues está claro que cada año de demora impacta negativamente el desarrollo de la región.

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