Analistas 09/06/2022

¿Y si nos enfocamos en lo positivo?

José Leonardo Valencia
Rector de la Fundación Universitaria del Área Andina

Pareciera que las redes sociales y los medios de comunicación no paran de arrojarnos razones para desfallecer y hacernos sentir como si atravesáramos una oscura época de nuestra historia humana. Basta con sentarse a leer artículos sobre una pandemia que ya ha atravesado nuestra vida durante más de dos años, una inflación que día a día aumenta y, cómo no, una crisis ambiental que vienen advirtiendo científicos de todo el mundo para “amargarse el día”.

Ante esta situación, creo que podemos aprender una lección muy importante de aquellos investigadores pioneros que sembraron las semillas de eso que hoy en día conocemos como psicología positiva. Básicamente, durante mucho tiempo la psicología se enfocó en buscar soluciones a las patologías mentales del ser humano. Es decir, se encargó de estudiar aspectos negativos como la depresión, la ansiedad y el estrés. Fue hasta finales del siglo pasado que Martin Seligman (quien, por cierto, fue mi profesor en la universidad) y Mihály Csíkszentmihály quisieron cambiar las reglas del juego. Ellos se enfocaron en investigar y desarrollar una nueva rama de la psicología que se enfocó en aquellos aspectos que llevaran a las personas, comunidades e instituciones a florecer. Llevaron a cabo investigaciones y estudios centrados en temas como las fortalezas de carácter, la gratitud, la resiliencia o el flow. En esencia, la gran propuesta de los creadores de la psicología positiva es que podemos educarnos para la felicidad por medio de diferentes prácticas y herramientas..

Ahora, me gustaría detenerme en un ejemplo en el que cambiar el ángulo desde dónde se miran las cosas, nos puede ofrecer un panorama nuevo de nuestra realidad. En sus dos libros ‘Los ángeles que llevamos dentro’ y ‘En defensa de la Ilustración’, el reconocido psicólogo y lingüista canadiense Steven Pinker hizo un ejercicio muy exhaustivo en el que nos invita a reevaluar la forma en que vemos la historia reciente de la humanidad. Él sugiere que, si en vez de enfocarnos en las historias que llenan las planas de los periódicos y nos detenemos a mirar los grandes patrones de nuestra historia reciente, encontraremos muchas e importantes razones para sentirnos agradecidos y oportunistas por nacer en este momento de nuestra historia. Por ejemplo, 137.000 personas en promedio en el mundo, escaparon de la pobreza extrema cada día durante los últimos 30 años, o que, aunque no lo parezca, vivimos en la era más pacífica de la existencia de nuestra especie.

No quiero desconocer la realidad de aquellas personas que atraviesan momentos difíciles o los retos tan importantes a los que nos enfrentamos en este momento como humanidad. Lo que pasa es que una visión crítica de nuestro mundo no puede solo llevarnos al cinismo y a la desesperación. Si queremos tomar el futuro de nuestro planeta y de las sociedades que habitamos en él para tener un futuro más brillante, debemos confiar en nuestra creatividad y capacidad de innovar. Si no somos capaces de imaginar un futuro mejor, ¿cómo podemos comenzar a construirlo? Quiero extender una invitación a que no olvidemos una verdad que me parece muy sencilla: que la gratitud es el primer paso para construir nuestra felicidad.

La gente suele pensar que un “gracias” es el cierre de una conversación, la expresión con la que creemos estar a paces con un favor que hemos recibido, pero yo creo que es totalmente lo opuesto. La gratitud no es el final, sino el principio. Agradecer es darnos la oportunidad de recordar, de reconocer aquellas que nos permiten redireccionar nuestro camino y no rendirnos ante la adversidad.

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