Analistas 25/05/2022

En tierra de ciegos

Juan Alberto Londoño Martínez
Ex viceministro de Hacienda

Colombia hoy tiene una sociedad fracturada por la existencia de dos extremos que han polarizado cada vez más a la población y la han utilizado como títeres de sus posiciones sin pensar en ellos y en sus necesidades reales. Al momento de entrar a controvertir posiciones nos encontramos en un diálogo de sordos. Los extremos han llegado al irracional límite de desconocer cualquier argumento en contra, pues no tienen la capacidad de recibir críticas y no son lo suficientemente autorreflexivos como para reconocer sus errores.

Resulta inaceptable que como sociedad no reconozcamos que si bien, el modelo requiere ajustes, lo cierto es que el inconformismo de las personas tiene algún fundamento fáctico que los ha llevado a esta situación. No se puede ser desconocer el desgaste de la clase política y que la concentración de poder puede entenderse como una amenaza a la misma institucionalidad puesto que la hace lejana al ciudadano

De otra parte, resulta al menos delirante por parte de quienes proponen una ruptura y un cambio de modelo, desconocer todos los avances sociales que como sociedad hemos obtenido, los cuales nos han convertido en una sociedad más demandante y exigente, que hoy puede exigir de la sociedad derechos de segunda o tercera generación. Es la sociedad y la organización política y económica que hemos construido la que les ha permitido reclamar y les brinda la posibilidad de aspirar a cambios más profundos.

Desconocer nuestra historia, avances y errores nos ha llevado a enfrentarnos a una discusión vacía en la que no existen puntos de encuentro ni capacidad de construcción. Al mismo tiempo los llamados a recoger y construir una opción con lo mejor de los extremos, es decir el centro fue tan obtuso que no supo construir sobre un sistema democrático, político y económico que requiere ajustes, nuevas visiones y nuevos actores.

Fue tan pobre el centro que creyó que la política se hace sin política, que su labor consistía en atacar a los dos extremos cómo si fueran impuros y cómo si la supremacía moral y la verdad fueran de su único resorte. No supo entender que lo que debía era buscar acuerdos entre diferentes encontrando puntos medios que no tuvieran hoy a nuestra sociedad al borde de saltar al abismo de lo desconocido y utópico por el simple hecho de no querer o no aguantar que el sistema sea indolente a sus clamores.

Contamos con una ciudadanía manipulada y en el mayor de los casos engañada, que cree que los cambios sociales son inmediatos y que no reconoce su propia historia, pero que está dispuesta y, perdón por el término, a igualar todo por lo bajo porque si ellos no la están pasando bien, pues que nadie lo haga.

Tenemos al mismo tiempo a unos de los grandes promotores de las protestas y de la inconformidad social, que por el otro lado son de los grandes receptores de recursos del Estado y que viven ordeñándolo en su propio beneficio. Me refiero a Fecode quienes con el discurso de la educación, el cual prestan muy mal, quieren acabar con el establecimiento y acumular poder viviendo del Estado exprimiéndolo para beneficios personales.

Si miramos al resto de Latinoamérica podemos decir con la frente en alto y con orgullo que al analizar todos los aspectos en los últimos 30 o 50 años, de lejos tenemos el mejor desempeño. Nuestra democracia ha sido estable y no hemos tenido rupturas como la mayoría de países. El manejo de nuestra economía no ha entrado en cesación de pagos como muchos lo han hecho, los derechos de propiedad se han respetado sin discusión, la mejora en las condiciones de vida y el crecimiento han sido ejemplares. La inversión extranjera que no es otra cosa que la posibilidad de generar empleo y oportunidades nos ha demostrado su irrestricta confianza.

Con problemas y muchas cosas por mejorar en especial en equidad, debemos profundizar nuestros logros y atraer la inversión que el resto de Latinoamérica ha ahuyentado. No debemos saltar al vacío recuerden que en tierra de ciegos el tuerto es rey.

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Polarización política - Fecode - Inversión Extranjera