La inflación es uno de los aspectos que más preocupa para el final de año y de cara a 2023. Las estimaciones que se tienen para fin de año oscilan entre el 11,5% y el 12,5%, siendo la mayor en los últimos 20 años, explicada esta por distintos factores internos y externos. De una parte, existe una subida de precios a nivel internacional originada especialmente por la crisis en la cadena de suministros derivada de la pandemia que sigue causando efectos y de otra parte la guerra en Ucrania y su impacto especialmente en los costos de la energía, los derivados del petróleo y algunos alimentos. Ante este fenómeno internacional, tenemos poco margen de maniobra. El otro componente tiene origen en nuestra sociedad y las decisiones de política pública internas. Así se quiera desconocer por ambas partes, dos situaciones que se vivieron en el Gobierno anterior causan hoy importantes efectos inflacionarios.

Me refiero al paro nacional y sus inaceptables bloqueos que vivimos a mediados de 2021 y a la decisión del Gobierno Nacional de incrementar sin sustento fáctico el salario mínimo en más del 10% para este año. Con respecto al paro y los bloqueos, estos generaron especialmente incremento en los precios de los alimentos que se reflejaron en un aumento de 22,66% en lo corrido del año; según el propio Banco de la República desde el segundo semestre de 2021 los precios de los alimentos en Colombia crecieron en promedio 12% más que en los otros países de la Ocde y 7% más que en el resto de América Latina y se origina en el mencionado paro. De otra parte, el incremento del salario mínimo para este año en más de 4% por encima de la inflación y el cual celebró el gobierno anterior, tiene efectos directos debido a la indexación de muchos servicios y costos atados al mismo. El propio Banco de la República estima que aumentos de 1% en el salario mínimo por encima del costo de vida observado produce una inflación de entre 10 y 15 puntos básicos y agrega que ese aumento sin fundamento tiene efectos nocivos en el consumo, en el bienestar de los trabajadores y en las finanzas públicas, siendo los más perjudicados los hogares de ingresos bajos.

Las perspectivas de inflación para el próximo año no son nada optimistas se habla de cerca de un 8% creo que puede ser mayor, puesto que los factores internos siguen generando presiones alcistas frente a las cuales las decisiones políticas tendrán efectos directos. Es necesario resaltar la importancia que va a tener la definición del salario mínimo para el próximo año y frente a lo cual el Ministerio de Hacienda ha manifestado que no debe superar el IPC mas productividad. La aprobación de la reforma tributaria que, si bien difirió la entrada en vigor para noviembre del próximo año de algunas medidas, sí gravó un gran número de productos de la canasta familiar con impuesto al consumo, lo cual generará sin duda alguna efectos inflacionarios y, que ante la certeza de estos incrementos, acelerará la subida de sus precios antes de la vigencia. Se estima, según la información aportada que estos alimentos puedan tener un impacto cercano a 1,9% adicional en inflación.

La subida en la tasa de interés por parte del Banco de la República, a mi juicio algo tímida todavía, tendrá también efectos en la contención de la inflación dado que no ha contraído el consumo en las metas esperadas y debe seguir incrementándose. A su vez, el incremento del valor de los combustibles para reducir el déficit, que es una decisión acertada, también tendrá efectos en el costo de vida. Si a todo lo anterior le añadimos los efectos que ya se están observando de la ola invernal, que ya está poniendo en riesgo cultivos en grandes zonas del país y nuestra infraestructura física de carreteras que indefectiblemente aumentará el costo de los alimentos, el panorama para el costo de vida del próximo año muestra fuertes nubarrones y exige medidas concretas y en especial mucho cuidado en el gasto público puesto que será este aspecto uno de los que servirá de ancla para evitar una espiral inflacionaria que puede generar efectos de gran impacto.