Triste balance, todos perdemos
El final de la legislatura debe dejarnos a todos muy preocupados, nadie puede cantar victoria, por el contrario, debemos sentir que perdimos un año en nuestro principal propósito que no es otro que lograr consensos, terminar la polarización, construir y profundizar sobre los avances obtenidos. Fallamos.
La expectativa en el primer Presidente de izquierda era muy alta. El Gobierno del cambio proponía una forma distinta de hacer política, una transformación en los mensajes y un pacto por los cambios que demandaba la sociedad. Sin embargo su ceguera, su constante pugnacidad y la falta de autocrítica, lo llevaron rápidamente a destruir la coalición de Gobierno, a radicalizar sus posturas, a convertir en enemigo al que no pensara igual. Estigmatizó a los medios y graduó de enemigo al sector privado.
Por su parte, la oposición desperdició la oportunidad para demostrar que la política se concibe desde las ideas y propuestas y no solo desde las personas, no se trata de negar todo por ser del Gobierno, se dedicaron a promover mociones de censura sin sentido. Ninguno de los dos supo construir, lograr acuerdos, construir políticas públicas y mucho menos pensar en las necesidades de la población.
En materia legislativa, se aprobó una inconveniente reforma tributaria que condena al sector extractivo a su extinción siendo esta una de las mayores fuentes de ingresos para el Estado, las cargas fiscales impuestas resultan casi confiscatorias. No se amplió la base de contribuyentes y por el contrario se incrementó la tributación de las empresas, poniendo en riesgo su competitividad y sostenibilidad, así como se crearon impuestos saludables que castigan a los más vulnerables. Mala decisión.
De otra parte, se surtió primer debate a reformas que atentan en especial contra los más vulnerables, como la de la salud y la pensional; la primera le niega el acceso efectivo a la salud a la población, los condena a no tener libertad de elección y a no acceder a los servicios, acaba con el aseguramiento y deja el manejo del sistema en manos de burócratas. La segunda, pone en riesgo el ahorro, el mercado de capitales, la financiación de empresas y proyectos, así como la sostenibilidad de las finanzas públicas que, en conclusión, pone en riesgo la pensión de todos los colombianos. Sin embargo, disminuir los subsidios a las altas pensiones se constituiría en una victoria y en buscar la atención de los más vulnerables ayudaría a la progresividad de nuestro sistema.
La adición presupuestal resulta preocupante al ver que no se asignaron los recursos para subsidiar la vivienda VIS cuando el sector cae casi un 65%, lo cual en el corto plazo impactará fuertemente en el crecimiento y el empleo. De la misma forma, aterra el déficit de cerca a $10,5 billones en el sector salud que amenaza con la existencia del sistema. Lo quieren acabar a toda costa. Los subsidios eléctricos se dejaron desfinanciados con fenómeno de El Niño. Igualmente, se aprobó un Código Electoral sin sustento técnico, sin aval fiscal, altísimos costos para el erario público y riesgos efectivos para la transparencia que debe caracterizar a la democracia. Se aprobó el Acuerdo de Escazú que pone en riesgo la seguridad jurídica, la realización de los grandes proyectos de infraestructura y el desarrollo del país, al permitir que cualquier persona intervenga en la ejecución de los mismos.
Por el contrario, frente a las libertades individuales, la legislatura quedó en deuda, estas no se profundizaron. Prueba de ello es el hundimiento del Acto Legislativo que autorizaba el consumo adulto de la marihuana. De igual manera, la reforma rural nunca arrancó y la compra de tierras se quedó en discursos. En conclusión, la polarización y radicalización se acentuaron aún más. El Gobierno no aprovechó su cuarto de hora, dilapidó su fuerza y la coalición que tenía por no ser capaz de ceder y concertar.