Confesiones de un otrora escéptico
Ante el nivel de zozobra que ha generado el proyecto de reforma, para aquietar mi terror, decidí sentarme a leer juiciosamente el texto. Y confieso que, hecho el ejercicio, la verdad, no me parece tan grave. No es la cosa irresponsable y catastrófica que nos habían dicho iba a suceder, incluso antes de la posesión del nuevo Presidente. Quisiera decir esto en voz baja, pues entre amigos, colegas y familiares, redes sociales prevalece un sentimiento de pánico, que al enterarse de mi opinión, fuera del linchamiento, arriesgo asociaciones con sectores de la política. Supongo que voy a correr el riesgo.
Empecemos con los dividendos. Al hacer las cuentas, y comprar el sistema actual con el del proyecto, pude constatar que las personas que ganan aproximadamente más de $980 millones (UVT hoy) en adelante en dividendos pagarán más que con el sistema anterior. Esto pasa por que en el proyecto se fusiona la tarifa de dividendos con la tabla de renta general, la cual inicia a partir de un rango de UVT más alto que la que existe para dividendos. Progresivamente a cada rango se le resta el rango anterior para poder determinar la base y a la misma aplica la tarifa. Sobre decir que una persona que gane más de $980 millones en dividendos es excepcionalmente rica.
Es preciso también tener en cuenta que el impuesto a los dividendos está diseñado de tal forma que lo pagan las personas naturales, y no las personas jurídicas, y así continuaría siendo de aprobarse el proyecto. La inversión extranjera usualmente entra a través de holdings y en ese caso, no la afectaría este impuesto, lo cual lo llevaría a uno a pensar que el nuevo diseño del impuesto no afectaría la inversión extranjera.
Un argumento en contra del impuesto a los dividendos es que hay una doble tributación. Tampoco encuentro muy válido ese argumento, pues en EE.UU., p.ej., tratándose de una corporación, se genera impuesto de renta tanto en la sociedad como en cabeza del accionista. Preocupa sí que al sumar todas las tarifas de renta que paga una persona en EE.UU. (que no debe dejar de lado la tarifa de renta por estado, que es adicional a la federal), y compararla con Colombia, sí hay una disparidad, pues en EE.UU. suma 56%, mientras que en Colombia sumaría 70%. Ello porque todo inversionista conocedor comparará esta tarifa con el riesgo país y el retorno, esperando desde luego, un retorno más alto en Colombia que en EE.UU., por obvias razones. Confío en que este análisis lo haga el Ministerio de Hacienda.
Otro aspecto que ha generado controversia es el impuesto al patrimonio. Efectivamente, sería permanente, y una persona que tenga $2.735 millones de patrimonio, pagaría un impuesto de 0,5%, pudiendo descontar de la base gravable el valor de la vivienda por $475 millones. Quiere esto decir que una persona que tenga el patrimonio indicado, sin incluir parte de su vivienda, pagaría $13 millones de impuesto. No parece mucho, más cuando volviendo a las odiosas comparaciones, en EE.UU. existe “property tax”.
No creo entonces que nos debamos rasgar las vestiduras por esto. Preocupémonos por cosas más graves como el funcionamiento del Congreso donde la compra de votos parece pulular, lo cual se evidencia con la reciente elección de contralor, sin atisbo de remedio. Más aún cuando, volviendo al tema tributario, algunos se preguntan: ¿Para qué pago tantos impuestos si se los roban?