Por estos días hemos asistido al nacimiento de una frase común: el mundo cambió. Y es, en alguna medida, cierto: las dinámicas sociales, ambientales y económicas se han transformado de manera significativa con el impacto del coronavirus. Pero vale preguntarse ¿qué tanto hemos cambiado como personas, como organizaciones, como país? ¿Cómo vemos materializado ese cambio del que tanto estamos hablando?
El aislamiento físico nos ha hecho más conscientes de los cambios y mejoras estructurales que requerimos para seguir avanzado como sociedad: el cuidado de la vida, la salud física, mental y financiera; los cambios demográficos y de movilidad que han experimentado las ciudades; la protección de nuestros recursos humanos, ambientales y económicos; el imperativo por una mayor equidad; el constante mejoramiento de nuestras relaciones sociales, familiares y entre empleados en medio de la distancia; la disrupción tecnológica al servicio de las personas; y la importancia de la ética y la empatía en la toma de decisiones. Elementos que configuran retos, pero también oportunidades para construir mejores entornos.
Ante los que parecieran interminables desafíos que nos deja el covid-19, la reflexión debe ser una: el futuro parte de la sostenibilidad del presente. Es un desafío de todos: gobiernos, empresas, academia, comunidad.
En nuestro rol, desde la administración de fondos de pensiones e inversiones, estamos decididos a acompañar a nuestros clientes en el cumplimiento de sus sueños, y entendemos que para que ellos lo logren, primero debemos garantizarles que aquellos recursos que nos han confiado los invertimos responsablemente a través de oportunidades que contribuyen a disminuir los impactos medioambientales, maximizar el valor social y económico, y que al mismo tiempo nos permiten ser aliados de compañías con un gobierno corporativo ejemplar.
Es por eso que, como parte de nuestro deber fiduciario, estudiamos cuidadosamente las diferentes alternativas de inversión y procuramos seleccionar las que conducen a asegurar los beneficios a nuestros afiliados, generando así confianza para el futuro.
En Protección iniciamos ese camino desde antes de 2014 y hemos trabajado para incorporar en nuestras políticas de inversión este tipo de criterios, para cumplir con nuestro compromiso con el desarrollo sostenible, mientras buscamos la maximización de las rentabilidades para todos nuestros clientes.
Estamos convencidos de que somos parte de la construcción de un futuro sostenible, y motivados por ello, nos hemos vinculado a la comunidad de Principios de Inversión Responsable (PRI) y venimos incorporando criterios ASG (Ambiental, Social y de Gobierno Corporativo) en nuestros portafolios, procurando que las inversiones de nuestros clientes se realizan en compañía con las mejores prácticas en favor de la sociedad y del planeta.
Esta coyuntura que estamos viviendo nos está dejando muchas enseñanzas, una de ellas, quizás la más importante, es a entender la riqueza y el legado como la creación de valor compartido que crea un círculo virtuoso donde todos ganamos, tanto en el presente como en el futuro.