Para bien o para mal, los dirigentes de las naciones son los que toman las decisiones políticas y económicas, que determinan el progreso del país.
Para ilustrar, un ejemplo: fue el gobierno del general Rojas Pinilla el que, en la reforma constitucional del 57, dio por primera vez derecho al voto a la mujer (plebiscito que dio origen al Frente Nacional).
A decir verdad, fue gracias a la dirigencia política de la época que el país dio un paso hacia el progreso.
Pues bien, a pesar de los gravísimos problemas sociales del país y de una economía que no repunta, somos un país que ha avanzado en muchos aspectos desde hace 30 años, gracias, entre otros hechos, a la apertura económica al mundo.
Y fue precisamente el llamado modelo neoliberal el que la dirigencia política de los 90’s escogió para afrontar y solucionar los problemas más grandes del país.
Teniendo en cuenta que es un modelo susceptible de mejora, hay un sector importante de la dirigencia que no reconoce progreso alguno y que nos quiere llevar a un modelo económico estatista, cerrado, plenamente centralizado, sustentado en un discurso utópico, propio de soñadores sin una visión clara de lo que el país necesita.
Urge mejorar el modelo, que es efectivo para la generación de riqueza, de forma que el nuevo énfasis tenga un balance sostenible con la redistribución, pues a diferencia de la opinión de sectores opuestos, la riqueza y redistribución no son como agua y aceite.
Es necesario generar condiciones para que el Estado sea un aliado del sector empresarial, un agente que fomente un país de propietarios a través de mecanismos como la reducción de impuestos, eliminación de barreras burocráticas que dificultan la formalización de empresas y empleo; y sobre todo, de inculcar en el naciente empresariado colombiano una nueva visión que refuerce la importancia y el significado de crear empresa en la sociedad, resumida en la verdadera función social del empresario: crear empleo en condiciones de dignidad para la comunidad y liderar el progreso económico y social de una nación.
Las escuelas de negocios del país juegan un rol definitivo en el desarrollo y concepción de un empresariado que encuentre el balance entre creación de riqueza y responsabilidad social.
Que no nos lleven a un modelo cerrado, con muros enemigos de la inversión extranjera privada, liderado y controlado solamente por el Estado, en el que malcríen al pueblo con subsidios insostenibles que no garantizan soluciones estructurales.
Sin un sector privado pujante y creciente, no podrán generarse los programas sociales que necesita este país. Que no nos lleven al discurso trasnochado de la lucha de clases, pues de la iniciativa privada depende que el país supere la pobreza. Que no nos lleven a un modelo económico de distribución de pobreza.
Ad portas de las presidenciales - aunque probablemente la política no le interese - vote por un candidato que impulse un modelo económico basado en la iniciativa privada con justicia social.