Analistas 22/05/2024

Auto aversión

Siempre me he preguntado por qué a los colombianos nos repele tanto la autoridad. A pesar de que nos preciamos de ser un estado de derecho, a la hora de aplicar la ley nos evadimos con frecuencia. Para la muestra no hay sino que ver las incontables negociaciones de paz que hemos emprendido en los últimos 50 años, incluyendo las de este gobierno, simpatizante como ninguno de las guerrillas por haber tenido su origen en una de ellas. Desde el gobierno Betancur hasta el actual todos han contemplado la impunidad colectiva de criminales con disfraz político con la esperanza de reducir la violencia.

Para que digamos las cosas como son, en Colombia muchos hacen lo que se les da la gana ante la mirada indolente de las autoridades. Especialmente los que tienen por oficio delinquir. Todos quedamos estupefactos al saber que un criminal que ha entrado y salido de la cárcel 16 veces y que presuntamente mandó a matar al director de la cárcel la Modelo, está condenado tan solo a cinco años. En un país serio este delincuente tendría una condena mucho más severa. Pero aquí no porque en Colombia bloquear vías, sembrar coca, destruir infraestructura y retener policías no se sanciona. La pregunta del millón es por qué somos así. A continuación me aventuro a lanzar algunas hipótesis del porqué de nuestra aversión al ejercicio de la autoridad.

La primera es por un sentimiento de culpa colectivo que yo llamaría “pobrecitismo”. El pobrecitismo no es otra cosa que disculpar al infractor por ser alguien desafortunado que se ve obligado a delinquir. Es la esencia de las teorías objetivas del conflicto armado que encuentra su causa en la pobreza. En consecuencia, como existe pobreza algunos tienen derecho a tomar las cosas a la fuerza y a desafiar la autoridad. Por eso es que los indígenas bloquean la vía Panamericana cuando quieren y que la Primera Línea merece ser indultada. Porque los primeros son unas víctimas de la conquista y los segundos lo son del sistema. Pobrecitos ambos.

Otra hipótesis es la de el elitismo selectivo de la autoridad, o lo que conocemos comúnmente como el “usted no sabe quién soy yo”. Por esto es que se acuñó el término aquel de que la justicia es para los de ruana. Efectivamente en Colombia no se le aplica la autoridad con el mismo rasero a los ciudadanos de a pie que a los que tienen poder, llámese poder económico, político, social o armado. Es por esto que todo poderoso condenado que se respete tiene casa por cárcel o que la delincuencia organizada entre más terrorista más prebendas obtiene a la hora de negociar la ley. Cuándo nos daremos cuenta que a la paz se llega aplicando la ley a rajatabla y combatiendo a los criminales y no arrodillándonos ante ellos. Como dijo Churchill sabiamente: “Si te humillas para evitar la guerra, tendrás la humillación y también la guerra”.

La última hipótesis es que no ejercemos la autoridad por miedo. Miedo al adversario, miedo al delincuente, miedo al poderoso. Para los seres humanos es difícil enfrentar el miedo y tener el coraje de combatir, investigar, sancionar y condenar. Siempre es más fácil apaciguar, transar, disculpar y condonar. La pregunta de fondo es si realmente nos vamos a civilizar como sociedad y vamos a lograr una paz duradera siendo laxos con el ejercicio de la autoridad, o si por el contrario, para cambiar debemos ejercerla con contundencia. Juzguen ustedes.

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