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Energía cara = pobreza

Juan Fernando Samudio

Recientemente asistí a una conferencia donde se mostraba con datos cómo el alza del costo de la energía está altamente correlacionado con el aumento de la pobreza. Si esto es cierto, Colombia transita a paso firme hacia un mayor empobrecimiento de su población. En efecto, los precios de la energía en Colombia traen una tendencia alcista hace ya varios años. El kilovatio hora y el metro cúbico de gas han aumentado más de 80% y 300% respectivamente en los últimos 10 años. Por si eso no fuera suficiente, estamos ad portas de perder nuestra autosuficiencia de gas natural, lo cual podría representar aumentos en las tarifas de más de 100% en el corto plazo.

Una energía costosa no solo es nociva para el desarrollo de un país, sino que es perversa para los más pobres. Para una persona rica el costo de la energía no comprende una porción significativa de su gasto de canasta familiar. En cambio, para los más pobres el costo de la energía puede representar hasta 15% de su desembolso mensual. El aumento del costo de energía encarece bienes de consumo esenciales porque todo lo que se produce, sea en el sector agrícola o industrial, usa energía de algún tipo, llámese gas, kilovatio, gasolina, diésel, etc. Por supuesto que el aumento del costo de un insumo tarde que temprano lo termina pagando el consumidor, generando así presión inflacionaria.

Adicionalmente, una energía cara termina restándole competitividad a un país y pone en riesgo industrias nacionales que no tienen cómo competir con homólogos extranjeros donde la energía es más barata. Por ejemplo, en la industria química -en la que yo trabajo- se compite contra empresas mexicanas y desafortunadamente, hemos evidenciado como se está erosionando la capacidad para competir, entre otras razones por el hecho de que el kilovatio hora en México es la mitad del de Colombia. Esta brecha tenderá a ampliarse en el futuro por las diferencias de políticas energéticas de los gobiernos de turno de los dos países. Creo que no tengo que explicarle a nadie cómo esa diferencia pone en riesgo miles de puestos de trabajo en Colombia.

No todos los gobiernos de izquierda son iguales. A diferencia de Colombia, México y Brasil están redoblando esfuerzos por aumentar su producción petrolera. Lula aspira a que en menos de 10 años Brasil sea una potencia energética, con una producción superior a 5 millones de barriles diarios. Para 2030 Brasil extraería más petróleo que países como Emiratos Árabes Unidos o Irán. México no se queda atrás. Amlo quiere aumentar los recursos para la perforación de nuevos pozos e invertir fuertemente en la modernización de Pemex. Por el contrario, nuestro presidente le ha declarado la guerra a los combustibles fósiles, a pesar de que Colombia aporta menos de 0,5% de los gases de efecto invernadero del planeta, y de que lo que contamina es usarlos más no extraerlos.

El gobierno actual nos está conduciendo a la pérdida de 40 años de soberanía energética. Para los ideólogos del régimen es más importante salvar las ballenas que salvar a nuestra gente del hambre. Para ellos los combustibles fósiles deben ser erradicados de la faz de la tierra, sin reparar en las consecuencias económicas que esto le acarrearía a nuestro país.

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