Este año Ecopetrol le puede aportar al país aproximadamente $50 billones entre impuestos y dividendos. Suma nada despreciable que representa algo cercano a 3,5% de PIB. Por eso es importante que todos estemos alerta sobre una posible politización de la empresa y sobre intromisiones dañinas que cualquier gobierno de turno le quiera hacer. Tenemos el ejemplo de Venezuela, donde una empresa que era un modelo de eficiencia y capacidad técnica como Pdvsa, hoy es un nido de ratas del que se han robado miles de millones de dólares. Por casos como este es que se acuñó el concepto de la “maldición de los recursos naturales”.
La maldición de los recursos naturales es una idea que describe como para un país ser rico en algún commodity minero-energético puede ser un lastre más que una bondad. Pero esa maldición realmente sólo aplica a repúblicas bananeras. Es en las repúblicas bananeras con instituciones débiles, gobernadas por dictadores o populistas, donde esa abundancia se traduce en corrupción, despilfarro y pobreza. Noruega y Australia son ricos en petróleo y minerales respectivamente, pero no son estados propensos a la malversación y al derroche. En Venezuela, por el contrario, la riqueza petrolera no solo ha generado corrupción, sino que ha permitido que se mantenga en el poder la dictadura castro-chavista. Es increíble que en un país que tiene unas de las reservas petroleras más grandes del mundo y que ha gozado varias veces este siglo de precios que superan los US$100 el barril, haya aumentado la pobreza extrema de 20% en 2000 hasta casi 75% en 2021.
Una de las mejores decisiones que tomó Colombia en su momento fue la de privatizar parcialmente a Ecopetrol. La idea de volverla de economía mixta tuvo varias razones, siendo algunas de las principales, garantizar su sostenibilidad, fortalecer su gobernanza y darle estándares de eficiencia de empresa privada. Fue así como a través de la Ley 1118 de 2006 se realizó una capitalización vía emisión de acciones -hasta 20% de su propiedad-, en la que participaron ciudadanos y el sector solidario. Desde esa época la empresa se ha manejado por administradores independientes que han procurado gestionarla profesionalmente. Pero ojo, eso puede cambiar.
Desde la llegada del nuevo gobierno le han estado buscando la caída a una de las administraciones más exitosas de la historia de la empresa. Primero fueron los cambios en la junta de una manera poco ortodoxa. Después la salida de Bayón, quien ha sido uno de los mejores presidentes que ha tenido la entidad. Y últimamente los allanamientos de la SIC, que cuando menos despiertan suspicacias por el momento en que se dan. Ahora estamos esperando la selección del nuevo Presidente, pero ya algunos observadores advierten que esa escogencia no va a ser tan basada en mérito y experiencia como nos lo han hecho creer. Lo más probable es que ahí llegue un hombre cercano al presidente más que un candidato técnico independiente. Esperemos que al presidente no le de por usar nuestra empresa insignia para fines políticos en desmedro de su rentabilidad y sostenibilidad o, que su dogmatismo ambiental frene proyectos claves que tiene en la mira la compañía. Eso equivaldría meternos la mano al bolsillo a todos los colombianos.