Está uno escuchando los programas de la mañana y, de repente, el invitado del día es un señor que se cree perro. Se hace llamar Spot, se viste de dálmata, come concentrado y duerme en una perrera. Hasta ahí todo parecería un chiste o la estrategia de marketing de alguna marca de alimento para perros. Pero resulta ser una historia real y los presentadores lo muestran en un contexto periodístico, casi científico. De repente, los medios y las redes sociales comienzan a reproducir el término “transespecie” y todos buscan entrevistarlo como a una celebridad. El hombre se llama Tom Peters, vive en Reino Unido y el tema le ha dado la vuelta al mundo en las últimas semanas.
Transespecie quiere decir que uno se identifica con otra especie diferente a la que nació. Y es ahí, cuando se expresa en esos términos, que se siembra la duda. ¿Será que al primer hombre o mujer transexual o intersexual también les tocó pasar por explicar así su condición? De seguro también se le vio de la misma manera: entre ciencia, curiosidad y rechazo. ¿O será el resultado de esta era en la que vivimos? Ya nos decía Bauman, el famoso sociólogo, que estamos en la era de la modernidad líquida donde todo hace agua: los estados, las regulaciones, los géneros... Todo se hace tan flexible que uno llega a pensar que incluso las especies caben dentro de esta nueva liquidez. En una era sin etiquetas ni categorías se puede pasar de ser hombre a ser perro con perfecta fluidez.
Solo para aportar al debate, creo que aquí vale sumar otros elementos. Lo primero es preguntarnos si las mascotas hoy tienen un entorno tan humanizado que ya era hora de que viéramos surgir un personaje así. Hoy muchos deciden tener perros en vez de hijos y los tienen en condiciones a veces tan absurdamente humanizadas que también resulta igualmente impactante. ¿Son también transespecie aquellos perros a los que sus dueños los llevan al psicólogo? ¿Vivimos una época en la que es mejor ser mascota que ser humano? Este hombre, sin duda, es ahora claramente más reconocido por ser perro que por ser técnico de iluminación, labor a la que se dedicaba.
¿O es que estamos, cabe la pregunta, en una sociedad en la que cada uno tiene que lograr ser famoso como pueda? Hace poco veía un video que circuló en las redes sociales donde a los niños de algún país desarrollado les preguntaban por los tres deseos que les gustaría pedir. Era abrumadora la cantidad de ellos que decían que querían ser “youtubers”. Es decir, detrás del señor Peters, que de entrada todos podemos calificar de loco, hay un tema que merece considerarse: ¿nos estamos convirtiendo en una sociedad en la que para sobrevivir hay que hacer algo que nos convierta en trendtopic o en el tema del día del programa de la mañana?
Es posible que estemos en un mundo en el que ser normal significa ser irrelevante. En el que a todos nos toca sumar atención (sean likes o retweets) para sentir que existimos. Más allá de lo curiosa, pertinente o irrelevante que resulte la imagen de un hombre que se viste de dálmata, está el interés por entender cómo algo así logra colarse en la primera plana de los grandes medios. Algo tiene que significar. Por ahora, siguiendo a Bauman, quizás significa simplemente que en este mundo líquido algo que resulta muy interesante y pertinente hoy, ya mañana no significa nada.