En un estudio reciente de PWC entre presidentes de compañías en Estados Unidos sobre el futuro de los espacios de trabajo, un 32% reconoció que su plan en este momento es “ir con la corriente”, es decir, ver cómo se van dando las cosas. Sería impensable hace unos años que en una decisión tan crítica como la propiedad raíz en la que se ubican las oficinas, los horarios o el tiempo que los empleados pasan en la empresa tuviéramos tanta incertidumbre. Sin embargo, lo que más llama la atención es que la decisión sobre abrir de nuevo las oficinas, exigir a los empleados que regresen u optar por nuevos modelos deja muy claro al descubierto la cultura y las prioridades de cada organización.
Para algunos, los espacios de trabajo son críticos porque tienen una cultura de disciplina y sienten que tener a los empleados de manera presencial es una garantía de mayor productividad. Otros piensan que la presencia de los empleados en la oficina favorece el trabajo en equipo y, con ello, la búsqueda de soluciones más innovadoras. Gracias a la pandemia, muchas compañías se han dado cuenta de que la gente es más productiva cuando trabaja desde su casa.
Pero no son pocas las que han visto renunciar a las empleadas que son madres con la presión que se genera sobre su doble rol, o las organizaciones que han visto elevarse los niveles de ansiedad o estrés entre los colaboradores. De las decisiones que tomemos ahora se podrá interpretar mucho sobre la visión de una empresa con respecto a la libertad individual, la importancia que le da a su propia cultura, el trabajo en equipo, la creatividad o el bienestar de los empleados.
En el mismo estudio de PWC, el 68% de los directivos cree que, para poder mantener una cultura empresarial fuerte, se requiere la presencia física en las oficinas al menos tres días por semana. ¿Deberán ser días fijos o días que se imponen desde la dirección? Los empresarios temen a iniciativas como los viernes remotos que puedan terminar por consolidar la idea de la semana de cuatro días que algunos impulsan en países como España. Esto podría afectar la productividad en muchos puestos de trabajo, algo que no es tan obvio para quienes trabajamos en industrias creativas donde el número de horas en la oficina no necesariamente correlaciona con la calidad de las ideas.
El otro gran tema es el trabajo en equipo. Muchos recordarán la famosa decisión de Marissa Mayer al ser nombrada presidenta de Yahoo en 2013 cuando prohibió el trabajo remoto. Su argumento era que se había perdido la cultura de trabajo en equipo. Es cierto que 2021 es otro momento en términos de herramientas digitales de co-creación y productividad, pero la realidad es que la interacción entre las personas de manera física sigue siendo importante.
Muchas empresas siguen tratando de imaginar cómo debería ser ese futuro ideal en el que los empleados sean felices y productivos. Los ahorros generados por cada modelo también entrarán indudablemente en la ecuación. Seguramente las compañías líderes en atraer talento terminarán implantando prácticas que se convertirán en estándar. Lo que sí sabemos hoy a ciencia cierta es que las oficinas ya no serán lo que fueron, que la pandemia cambió el concepto de espacio de trabajo para siempre y que mantener una cultura empresarial, que ha sido el pilar esencial de la ventaja competitiva de muchas corporaciones, será más complejo que nunca.