Comenzó el 2021 y, como muchos lo habían pronosticado, pareciera que nada cambió. El virus no se fue porque, obviamente, la vacunación tomará tiempo. La preocupación por las protestas, fruto de la polarización llegaron en Estados Unidos al nivel más crítico que recordemos, y las consecuencias económicas de la pandemia apenas comienzan. Sin embargo, todos saludamos el año nuevo felices de que el 2020 terminara por fin. Lo más seguro es que el 2021 nos mantenga en una actitud de optimismo controlado. Estaremos tratando de celebrar cualquier avance o progreso, pero nos encontraremos con noticias que más que pesimismo detonarán nuestra desconfianza.
Creo que la nueva normalidad del 2021 se expresa con una palabra: desconfianza. Estamos en los niveles más bajos de confianza de los que se tenga registro. No confiamos ni en los gobiernos, ni en las empresas, ni en la tecnología. La fiebre por desertar de WhatsApp demuestra la creciente preocupación por el uso que hacen las tecnológicas de nuestros datos. Pero es la misma desconfianza que hoy tenemos hacia los medios y hacia las propias redes sociales.
Se acaba de publicar el famoso Barómetro de la Confianza que desarrolla la firma Edelman cada enero para diagnosticar el nivel de credibilidad de los ciudadanos hacia las instituciones. A nivel global, en el último año, cayó la confianza en los líderes políticos, religiosos, en los periodistas y en los empresarios. Colombia, por ejemplo, ocupa el quinto lugar en el mundo con menor credibilidad hacia los periodistas, con una caída de nueve puntos en el último año. Igual caída experimentaron las ONG. El sector gobierno, aunque no cambió en el último año, sigue siendo uno de los que tiene menor credibilidad en el contexto global.
Pero es claro que no es un tema de Colombia. La credibilidad en los medios tradicionales es la más baja de los últimos diez años, según Edelman. Lo mismo ocurre con los motores de búsqueda y con las redes sociales. Estos últimos, que por mucho tiempo fueron aliados del ciudadano en su propósito de crear su propia versión de la realidad, ahora sufren la misma desconfianza.
Ante un ciudadano que desconfía hasta de su propia sombra, hay mucho por hacer. Las marcas tendrán la oportunidad de ganar confianza. Es cierto que muchas categorías y marcas están en la lista negra. Pero con acciones, actuando como personas y no como corporaciones es posible recuperar la credibilidad. Implicará mucho esfuerzo por decir la verdad y por pensar en el largo plazo. No será fácil. Pero hay que pensar que no solo es una tarea posible sino, sobre todo, necesaria.
Finalmente, quiero invitarlos a que revisen el reporte de tendencias que publico cada año en www.juanisaza.com para entender mejor los cambios que están impactando la vida de los consumidores y de las marcas.