¿Cuántos minutos al día somos felices?
Un empresario amigo, al sentarnos a revisar temas legales me preguntó: ¿cuántos minutos al día Ud. es feliz? La conversación que debía girar en torno a varios contratos se tornó trascendental. En su momento fue difícil responderle pues, en un mundo ajetreado pocas veces sacamos tiempo para reflexionar sobre lo que hacemos.
La felicidad es un sentimiento difícil de catalogar; pensadores como Yuval Noah, la dan como una vida con propósito; otros de corriente hedonista la sitúan en darse gusto todo lo posible y quienes poseen un profundo arraigo teológico en hacer la voluntad de Dios.
Sea cual fuere la respuesta, el ser humano muchas veces se concentra en el hacer. Aristóteles señalaba que los hombres siempre tienen un por qué y Dostoyevski enseñaba que hasta el crimen más atroz llevaba una justificación interna. Sin embargo, un mundo lleno de noticias, información y redes sociales le ha desplazado el tiempo al hombre para pensar y sin darse cuenta sus propósitos de felicidad han sido apartados.
Mi amigo, siguiendo con su punto de vista, señalaba que hace cinco años llegó a la conclusión de que no era feliz; y decidió hacer una lista de las situaciones que le causaban infelicidad y de cuáles le traían satisfacción; así llegó a concluir que su trabajo lo hacía feliz y a veces por eso se refugiaba en él y que muchos planes, incluso familiares, lo hacían infeliz.
Radicalmente cortó todo plan que no le trajera felicidad y se concentró en planes que conllevaran la buscada satisfacción. Este proceso lo llevó a dos conclusiones: la primera es que uno debe tener un trabajo con el cual se sienta a gusto y pueda decir que lo haga feliz, la segunda, que por fuera de él debe crear momentos felices en torno a lo que le gusta; muchas veces es la familia, otros momentos pasajeros y la más trascendental, el tema espiritual.
Un buen trabajo hace parte de la realización personal; lejos de ver como un castigo el laborar, la sociedad debe dignificar el trabajo bien hecho; hay muchas ideologías que desean ver al hombre consumido por los subsidios y la pereza, pero el verdadero trabajo es causa de prosperidad de un país, satisfacción y sobre todo un motivo de felicidad. Para ello el Estado debe brindar las condiciones necesarias para que los emprendedores, empleados y soñadores puedan ser felices. La seguridad en las calles, reducción de impuestos y fortaleza institucional son necesarias.
Se ha dicho hasta la saciedad que Colombia es un pueblo alegre; tal vez tanto sufrimiento se sabe disfrazar bien en el folclor y la algarabía, pero vale la pena tomarse unos minutos, reflexionar qué nos hace felices y dar un sano rumbo a la vida. Los creyentes estamos convencidos que el corazón solo puede encontrar tranquilidad en Dios y que nunca se va a satisfacer en lo humano.
Cada persona decide, pero ojalá al final de los días podamos decir que tuvimos una vida plena.