Del orgullo a la gratitud
viernes, 23 de agosto de 2024
Juan Manuel Nieves R.
Conozco a un amigo cuya historia, es un ejemplo del poder de la perseverancia y la capacidad empresarial. Desde una situación de pobreza en el campo, fue traído a la ciudad por su madre a los ocho años. Con nada más que su ingenio y una férrea voluntad, comenzó a comprar celulares y a venderlos por internet, y hoy en día es uno de los importadores más grandes del mercado en su sector. Su relato podría sonar a la clásica historia de superación, en la que se destaca que, con esfuerzo y dedicación, todo es posible. Sin embargo, su camino ha estado marcado también por un profundo aprendizaje sobre la humildad y la gratitud, conceptos que muchas veces quedan relegados en el discurso del éxito.
Durante muchos años, este amigo estuvo obnubilado por el orgullo, creyendo firmemente que todo lo que había logrado era mérito exclusivo de sus capacidades y esfuerzo personal. Consideraba que quien es pobre, lo es porque quiere, y que su historia era una prueba viviente de que el éxito está al alcance de cualquiera que se lo proponga. Pero la vida, en su infinita capacidad de enseñar, le puso a prueba cuando enfrentó una quiebra financiera, y más tarde, al conocer otras historias de vida, comenzó a cuestionar su visión inicial. Este fue el punto de inflexión que lo llevó a reconocer que, si bien sus logros eran en gran medida producto de su capacidad y trabajo, también habían sido posibles gracias a una serie de circunstancias externas que nada tenían que ver con su inteligencia o habilidades personales.
El filósofo Michael Sandel en su obra “La Tiranía del Mérito”, señala que la meritocracia completa no existe. Aquellos que se jactan de haberlo hecho solos, sin ayuda de nadie, no son conscientes de la cantidad de aleatoriedad que interviene en el camino al éxito. Sandel argumenta que donde se nace, el entorno en el que uno crece, y las oportunidades que se presentan en la vida, juegan un papel crucial en determinar nuestras posibilidades de éxito. El país, por ejemplo, influye enormemente en las oportunidades; no es lo mismo nacer en Suiza, con su estabilidad y recursos, que, en Nigeria o Colombia, donde las circunstancias son más adversas.
Ser consciente de eso llevó al amigo empresario a una reflexión sobre la gratitud y la solidaridad; Empezó a darse cuenta de que el hecho de haber crecido en un ambiente sano, de haber recibido los consejos correctos de un hermano mayor, y de haber encontrado en su camino a personas que lo motivaron y apoyaron, fueron factores cruciales para su éxito. Estos no eran necesariamente méritos propios, sino oportunidades y apoyos que se cruzaron en su camino. De esta manera, empezó a dejar de lado el orgullo y a valorar más el papel de la comunidad en su trayectoria.
Existen numerosos ejemplos de empresarios que, reconociendo el papel que la sociedad y las circunstancias han jugado en su éxito, han decidido retribuir de manera significativa. Un ejemplo es el de es el de Bill Gates, quien junto con su esposa Melinda, ha dedicado gran parte de su riqueza a mejorar la salud y la educación en países menos desarrollados.
El éxito no es solo producto del mérito individual, sino de una confluencia de factores, algunos fuera de nuestro control. Este hecho debería llevarnos a ser más solidarios y agradecidos, en lugar de engreídos y orgullosos. Pero esta solidaridad debe surgir de una convicción personal, no de una imposición estatal; Las iniciativas privadas, basadas en la gratitud y el reconocimiento de la comunidad, son más efectivas y genuinas en la construcción de una sociedad más justa y equitativa.