El miedo al compromiso
viernes, 17 de mayo de 2024
Juan Manuel Nieves R.
En las últimas décadas, se ha observado una tendencia preocupante en la juventud contemporánea: el miedo al compromiso. Esta aversión se refleja en diversos aspectos de la vida, desde la duración en los empleos hasta las tasas de matrimonio y natalidad. La juventud actual parece estar enfocada en vivir el momento, viajar y experimentar, relegando al segundo plano la idea de comprometerse a largo plazo. Este fenómeno no es exclusivo de un solo país, sino que es una tendencia global, con manifestaciones específicas en cada región, incluida Colombia.
Uno de los indicadores más claros del miedo al compromiso es la disminución de las tasas de natalidad. Según datos del Banco Mundial, la tasa de fertilidad global ha disminuido de 4,45 nacimientos por mujer en 1970 a 2,40 en 2019. En Colombia, la situación es similar: la tasa de natalidad ha caído de 3,2 nacimientos por mujer en 1990 a 1,4 en 2021. Este descenso puede atribuirse a múltiples factores, pero uno de los más significativos es la decisión consciente de los jóvenes de retrasar o evitar la paternidad y maternidad.
El matrimonio, otra institución tradicionalmente vinculada al compromiso, también ha experimentado una notable disminución. A nivel mundial, las tasas de matrimonio han caído. En Colombia, el número de matrimonios registrados pasó de 58.967 en 2010 a 39.134 en 2019, de acuerdo con el Dane. Esta caída refleja una tendencia creciente entre los jóvenes de optar por la convivencia sin formalizar la unión o, simplemente, de evitar las relaciones de largo plazo.
La falta de compromiso también se manifiesta en el ámbito laboral. Los jóvenes tienden a cambiar de empleo con más frecuencia que las generaciones anteriores. Un estudio de Gallup reveló que 60% de los millennials están abiertos a nuevas oportunidades laborales, y 21% ha cambiado de trabajo en el último año, una cifra tres veces mayor que la de las generaciones anteriores. En Colombia, un informe del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane) señala que los jóvenes entre 18 y 28 años cambian de trabajo en promedio cada dos años. Esta volatilidad laboral se debe, en parte, a la búsqueda constante de mejores oportunidades y satisfacción personal, pero también a una aversión a establecerse en un solo lugar o carrera.
La vida misma es un compromiso constante. Desde las relaciones personales hasta la carrera profesional, cada aspecto de la vida requiere una dedicación y una responsabilidad que muchas veces parecen estar en conflicto con la cultura actual de inmediatez y gratificación instantánea
El compromiso no debería ser visto como una carga, sino como una vía hacia una vida plena y significativa. Comprometerse con una causa, una persona, o una carrera puede proporcionar una profunda satisfacción y un sentido de propósito que las experiencias efímeras no pueden igualar. La construcción de relaciones duraderas, el logro de metas profesionales a largo plazo, y la creación de una familia son pilares que pueden proporcionar una estabilidad emocional y una felicidad sostenida.
No hay que temer al compromiso, sino abrazarlo como una parte integral de la vida. El compromiso es también una manifestación de amor: amor por uno mismo, por los demás, y por las metas y sueños que uno quiere alcanzar. A través del compromiso, se aprende a superar desafíos, a construir resiliencia y a disfrutar de las recompensas de los esfuerzos dedicados. El compromiso no es el enemigo de la felicidad; por el contrario, puede ser su mejor aliado.