¿En dónde estamos y para dónde vamos?
Discutiendo con amigos y la familia sobre el Gobierno, cuando apenas cumple un poco más de un mes, fue unánime la opinión sobre la buena gestión de la Cancillería, en la cual Colombia vuelve a sentar posiciones y a ser un referente en la región; junto a dicha opinión casi todos criticaron la cartera de Hacienda por su falta de comunicación política.
La comunicación del gobernante es una forma de transmitir los procesos que sufre el gobierno y, sobre todo, una manera del Mandatario de acercarse al país y mostrarle el modelo que quiere. Por ello, el gobierno central no puede hacer a un lado dicha herramienta; dejar de lado al ciudadano es garantía del desplome de la popularidad.
Uribe fue hábil comunicando la seguridad democrática, su estandarte hizo que se volviera su mejor manera de ser recordado. Juan Manuel Santos logró consolidar una estrategia en torno a la paz, sacrificó cuanto recurso era necesario, pero encarriló al país en torno al tema. Así, Colombia espera cuál será el modelo del país que quiere presentar el presidente Duque.
Es claro para muchos que el país necesita varias reformas, pero no lo es todavía cuándo se van hacer y, sobre todo, por qué deben hacerse. Las épocas en que un dictador o rey gobernaba sin importar el apoyo ciudadano son cada vez más lejanas. Hoy, una transformación de la justicia debe ser familiarizada no solo con los jueces, sino con las personas; una reforma tributaria, un subsidio como el que se cambia, el de “ser pilo paga”, debe obedecer a una explicación por parte del Gobierno. Comunicar no es solo salir a decir algo, es acercarse al ciudadano y explicarle el por qué de las cosas, y cómo ello obedece a un modelo de país al que se pretende llegar.
La entrada de un nuevo gobernante es similar a montarse en un caballo que no conoce, y además amaestrado por otro con la intención de no obedecer. El que llega debe entender muy bien la naturaleza de lo que va gobernar, fijarse unos objetivos y elaborar un mensaje: en dónde estamos y para dónde vamos.
Varios ya señalan que el Gobierno no despega, en apenas un mes, cuando se debe estar empapando del caos que dejó el gobierno anterior. Sin embargo, el país espera una explicación, no cuenta gotas de lo que se va hacer; se necesita un libro abierto en donde antes de una reforma se le cuente al país cómo estamos y una narración por parte del Gobierno que le permita al ciudadano del común situarse en el futuro.
El ministro de Hacienda espera, por lo dicho, hacer varias reformas; para ello, necesita una férrea credibilidad y saber utilizar la comunicación política, herramienta que la ha sabido obviar con creces. Saturados de subsidios, desfinanciados los programas sociales y la corrupción rampante, el país necesita comprender lo que se viene. Además, frente a él no puede haber tacha de duda, pues hoy, más que nunca, se puede recordar la frase de Cayo Julio César: “La mujer del César no solo debe ser honesta, sino parecerlo”.