Entre la radicalización y el diálogo
El pasado domingo 29 de octubre, se llevaron a cabo las elecciones regionales en Colombia, las cuales definieron a los gobernadores, alcaldes, diputados, concejales y ediles de todo el país. Estas elecciones se consideraron un barómetro para medir la popularidad y el respaldo al presidente Gustavo Petro, quien asumió el cargo en 2022 con una propuesta de cambio social y ambiental.
Sin embargo, los resultados electorales no favorecieron al mandatario, ya que sus candidatos sufrieron derrotas en las principales ciudades del país, donde reside la mayoría de la población y se concentra el poder económico. En Bogotá, el exsenador Carlos Fernando Galán ganó la alcaldía con 49,02% de los votos, sin necesidad de una segunda vuelta, mientras que el candidato del oficialismo, Gustavo Bolívar, quedó en tercer lugar con 18,71%. En Barranquilla, el alcalde Alejandro Char logró una victoria contundente con 83% de los votos, consolidando su liderazgo en la región Caribe. En Cali, el empresario Alejandro Eder se convirtió en el nuevo alcalde con el 36.6% de los votos. Y en Medellín, el alcalde Federico Gutiérrez fue reelegido con 71,1% de los votos, superando ampliamente a sus rivales.
Ante este panorama, Petro enfrenta dos opciones: radicalizar su discurso y su acción política o buscar el diálogo y el consenso con los demás actores políticos y sociales. En su discurso posterior a las elecciones, Petro llamó a la unidad nacional y reconoció la necesidad de corregir algunos errores de su gobierno. Sin embargo, unas horas después, cambió de tono y celebró los resultados en algunas regiones donde sus candidatos ganaron o tuvieron una buena votación.
Desde su ascenso en la política colombiana, Petro ha sido conocido por su retórica izquierdista y su estilo apasionado. Esta pasión y su enfoque progresista lo han convertido en una figura polarizadora en la política colombiana. La retórica polarizada puede dividir aún más a la sociedad, generando confrontaciones entre diferentes sectores sociales, lo que podría desencadenar una espiral de violencia de la cual Colombia nunca ha estado a salvo.
El presidente también enfrenta el riesgo de que sus reformas encuentren una fuerte resistencia. Las elecciones recientes han demostrado que una parte significativa de la población colombiana no respalda su agenda. Si decide imponer sus reformas a pesar de la oposición popular, es probable que estas se hundan, ya que los congresistas son expertos en percibir el deseo popular y ya están considerando sus propias elecciones.
Colombia se encuentra en un momento crítico en el que el riesgo de una mayor inflación y la percepción de que se están manipulando crisis en los sectores de la salud y la energía para impulsar una agenda radical podrían agravar aún más los problemas económicos y sociales del país. Una agenda radical podría ahuyentar a inversores y socavar la confianza en el mercado. La incertidumbre económica conduce a la disminución de la inversión extranjera y al estancamiento económico, lo que, a su vez, generará más inflación.
El revés electoral del presidente en las principales capitales de Colombia plantea un desafío importante para su liderazgo y el futuro del país. Su temperamento apasionado y su historial político sugieren la posibilidad de una radicalización. Sin embargo, aún existe la esperanza de que comprenda que gobernar no es imponer, sino concertar; que escuchar no es debilidad, sino sabiduría; y que cambiar no es destruir, sino construir.