Exportando violencia
Preocupa el aumento de la violencia en Latinoamérica. En los últimos 20 años, la espiral de violencia va desde México hasta Argentina. Son varios los estudios que se han hecho del problema, pero todavía no hay datos concluyentes.
Según las Naciones Unidas, Latinoamérica aporta 37% de los homicidios en todo el planeta. Está por encima de las guerras civiles en África y los atentados terroristas en Europa. No son pocos los estudios hechos para tratar de entender el problema. En primer lugar, se piensa que no es suficiente el presupuesto destinado en contra del crimen, sin embargo, en promedio, en Latinoamérica el gasto de defensa es el doble de Europa. Las medidas punitivas también son materia de debate, la falta de cárceles es una característica de la región, aun así, se construyeron 121% más cárceles que en el resto del mundo, pero la sobrepoblación carcelaria no da abasto: solo en Bolivia y Guatemala la tasa es de 36% y en Colombia de 20,65%, según el Inpec. Estos datos llevan a concluir que se ha hecho un esfuerzo por combatir el crimen, pero los resultados no son los esperados.
La violencia no es fácil de explicar. Muchos de sus elementos están asociados a la pobreza, pero curiosamente, en países americanos donde se empezó a reducir la brecha, la violencia se mantuvo o aumentó, como en México. La mayor relación de causalidad de la violencia en Latinoamérica parece ser la droga. La cocaína se produce exclusivamente en la región y con mayor participación de Colombia sobre cualquier otro país del continente. Según la Unodc, el país aporta 70% de la producción mundial del alcaloide, seguido por Perú, que aporta 20%, y Bolivia, 10%.
La producción de cocaína ha venido creciendo sostenidamente desde el año 2014, hasta tener más de 150.00 hectáreas de cultivo. Los esfuerzos en su erradicación han sido infructuosos porque, con la prohibición de la aspersión aérea en el gobierno pasado y la incapacidad del actual para reactivarla, los cultivos siguen aumentando. La gravedad de esta situación no solo es en materia de salud pública para los países donde llega la droga, sino de orden público. La droga financia organizaciones delincuenciales a lo largo de América, desde los carteles en México, pasando por las maras en Centroamérica, los terroristas de las Farc y el ELN en Colombia hasta las pandillas de Santa Fe en Argentina. El motor de toda la delincuencia es la cocaína y la responsabilidad cae, especialmente, en Colombia al ser su productor.
Ya es hora de que el Gobierno vuelva a combatir con determinación el narcotráfico. Retardar la fumigación aérea es seguir promoviendo la violencia en el continente y el país debe asumir la responsabilidad en los cultivos y dejar de darle largas al problema. Los terroristas de siempre se alzarán, pero ya es hora de cortar el alimento a delincuentes no solo de Colombia, sino de buena parte del mundo. Es momento de parar la exportación de violencia.