En una conversación con un amigo panelero, me contó que el sector está atravesando una de las peores crisis de su historia; el precio no cubre ni siquiera los gastos de producción y miles de campesinos están en vilo por eso.
La panela es un producto básico de la canasta familiar colombiana; se produce a partir de la molienda de la caña de azúcar, seguido de un proceso de evaporación en donde se forma la melaza, allí se deposita en unos moldes donde se bate y se deja secar hasta que se vuelve sólida y al final se empaca y almacena. Dicho alimento, según la tabla de alimentos del Icbf, tiene vitaminas, calorías, lípidos y hasta minerales como potasio y hierro; es famosa por darle calor y energía al cuerpo humano y es conocida en todo el país.
Su industria genera, según Fedepanela, más de 300.000 empleos directos e indirectos, situándose como el segundo generador de empleo campesino después del café. Los departamentos que más producen son: Santander, Antioquia, Cundinamarca y Boyacá.
Con todo este panorama, actualmente el kilo de panela se está cotizando entre $1.200 y $1.300, cuando en el 2017 se cotizó en $3.400 y $3.800; la disminución ha sido cercana al 55% y el trabajo de los paneleros está dando pérdidas. Aunado al problema de precios un inconveniente adicional es que la producción de panela en el país ha sido siempre artesanal y la reglamentación legal, del Invima y de seguridad social ha sido acogida apenas por el 10% de los paneleros; aun así, en la informalidad, producir un kilo de panela cuesta cerca de $1.900 y con toda la reglamentación hasta $2.400; dichas cifras muestran la quiebra.
El gobierno ha intentado tratar el problema desde hace años, pues la crisis del sector, a pesar de su agudeza, no es reciente; basta ver los precios en 1990, en el 2009 y en el 2013 para ilustrar algunos ejemplos. Por lo tanto, el problema es más profundo de lo que parece. Los paneleros culpan a las importaciones de jarabe de maíz, de azúcar y a la producción ilegal de panela con azúcar; también a la falta de apoyo en los programas de exportación y tecnificación de los trapiches. Los gobiernos anteriores culpan al exceso de producción, la carente infraestructura vial y la falta de diversificación en la empresa.
Independientemente de los factores, el actual gobierno debe sentarse con el gremio de los paneleros y encontrar medidas que no pueden pasar por los subsidios; esto sería un paliativo que no atacaría el problema; mejor deben buscar soluciones conjuntas para exportar de manera competitiva, legalizar los trapiches y sus trabajadores, quitar impuestos a insumos importados en la producción, como insecticidas. También hay que visibilizar el problema, armar campañas de consumo al interior y fuera del país y sobre todo, oírlos; no hay que esperar un paro para sentarse con ellos; el sustento de miles de campesinos está en juego y la panela es un alimento popular que vale la pena preservar.