La fuerza silenciosa
En la frenética cacofonía de la política colombiana, donde las palabras son lanzadas como balas de una ametralladora en el campo de batalla mediático, y en el epicentro de esta vorágine, el presidente Gustavo Petro se erige como un hábil artífice de la retórica. Utiliza sus plataformas en medios y redes sociales para lanzar críticas incisivas y promesas a veces utópicas.
Sin embargo, en este teatro de palabras, es fácil perder de vista la realidad fundamental: la verdadera columna vertebral de la nación opera en silencio. Son los empresarios, los constructores de sueños económicos, quienes día a día desafían la desidia y levantan el país con el peso de su labor silenciosa y perseverante.
El Nobel de Economía, Milton Friedman, sostenía que la función social del empresario no es simplemente buscar el lucro, sino también generar valor para la sociedad. Los empresarios son los arquitectos económicos, los responsables de crear empleo, impulsar la innovación y contribuir al crecimiento sostenible. Mientras algunos líderes políticos se envuelven en un discurso grandilocuente, los empresarios están ocupados en la fábrica, en la oficina, en la tienda; están ocupados construyendo el futuro de Colombia.
Un emprendedor, a diferencia de algunos políticos, no busca los reflectores. No llena titulares con puentes ni aeropuertos imposibles, sino que demuestra su valía en la práctica diaria. Son líderes visionarios, pero también ejecutores incansables. Mientras algunos discuten sobre el camino a seguir, los empresarios están ocupados construyendo ese camino con ladrillos de esfuerzo y, además, pagando impuestos, los cuales suelen gastar de manera ineficiente los que tanto gritan en los medios.
El socialismo, en su arduo trabajo, se ha encargado de envenenar a gran parte de la población con la idea de que el empresario es el verdugo. Si bien en la historia existen muchos casos de abuso, los derechos laborales hoy son una realidad y son muchos más los casos de emprendedores que, ante las trabas que pone el mismo gobierno, deciden crear empresa y se aventuran a luchar por un sueño. Según un estudio de Confecámaras, alrededor de 70% de las empresas fracasan durante sus primeros cinco años de existencia. Este elevado dato resalta aún más la labor silenciosa de quienes conservan su empresa a través de los años.
No han sido pocas las arremetidas desde el sector público a empresas privadas. Desde los ataques directos a Postobón, Van Camps, Argos, Grupo Aval, hasta el desplante a la Andi, muestran que el relato del industrial como el verdugo busca ahondar en el imaginario colectivo. Lo bueno es que, en la balanza entre palabras y acciones, la historia nos enseña que son las acciones las que perduran.
Será un año difícil para los empresarios. La inflación cerró en 9,28%, el desempleo en 10,3%, la pandemia ha dejado cicatrices económicas, y las reformas generan miedo en el entorno. La volatilidad de los mercados, junto con la presión inflacionaria, no dan mucha esperanza. Por ello, es imperativo que Colombia se rodee de aquellos que realmente hacen, no de los inútiles que curiosamente son los que más critican.
También, debe brindarles las condiciones y las garantías necesarias para que puedan seguir contribuyendo al desarrollo y al progreso de la nación. Colombia necesita más empresarios, más emprendedores, más innovadores, más creadores de riqueza y bienestar. Colombia necesita más héroes de la economía de mercado y menos burócratas perezosos y criticones.