Lo que hablamos antes de morir
Una pregunta que me gusta hacerle a personas que acompañan a otros a morir como son los sacerdotes, es de qué hablan en esos momentos. Casi de manera uniforme todos señalan: de la familia y los amigos, suelen lamentarse de no haber pasado más tiempo con ellos.
El tiempo de calidad es una frase que suele repetirse en el mundo contemporáneo; los padres en el afán de conseguir los mejores medios materiales para sus hijos. empeñan grandes cantidades de tiempo y esfuerzo en trabajar en vez de acompañar a sus familias en el proceso de crecer; y el poco tiempo, dicen, es mejor que mucho sin “calidad”.
La periodista Andrea Villate en su blog, transcribía hace poco una conversación con un hombre enfermo de cáncer que iba a morir; en ella se arrepentía de la “calidad” del tiempo con su familia y lamentaba no tener más cantidad, pues al final de sus días comprendía que los buenos recuerdos venían de su entorno cercano, pero desafortunadamente no estaban completos pues no recordaba los primeros pasos de sus hijos y tantos momentos que se perdió por estar trabajando. Otra de sus reflexiones es la importancia del dinero; es indudable que al margen del sufrimiento, todo empeora si no se cuenta con lo básico para unos medicamentos, o la angustia crece al tener un futuro incierto para su familia. Muchos tienen tiempo de planearlo, pero la muerte de improvisto es también una realidad.
Sigmund Freud señalaba que todos somos conscientes de la muerte, pero no creemos que nos vayamos a morir, por ello las peleas se postergan, el tiempo, valioso, se gasta y no se ahorra ni se planea; morirse en Colombia cuesta alrededor de $8 millones en gastos de velación, preparación y misa; en caso de preferir entierro a cremación, los gastos suben a $20 millones o más según el servicio; así algunos ya toman un servicio de prevención exequial. La falta de planeación financiera genera un problema adicional para la familia, las deudas en Colombia también se heredan y si bien los bancos con cada deuda aseguran una póliza de vida, las deudas tributarias o con terceros son exigibles a los herederos. En consecuencia las familias, además del dolor, deben tener cabeza para afrontar todas estas situaciones.
Un amigo empresario me decía que nunca vio crecer a sus hijos por estar sacando una compañía adelante, por eso ahora se dedicaba a disfrutar a sus nietos con la tranquilidad de una empresa constituida; desafortunadamente no todos tienen esa posibilidad y la muerte llega en cualquier momento.
Una labor tan demeritada como lo es la de ama de casa, tal vez es la más valiosa: una madre pendiente de su hogar no se pierde los mejores momentos, los vive y por ello el calor de su familia suele acompañarla. Cada persona puede tener distintas prioridades a lo largo de su vida, lo cierto es que, al momento de la muerte, todas suelen hablar de lo mismo.