Más trabajo, menos cartones
Apenas terminé la carrera de derecho, mi padre me pidió que solicitara las copias de un proceso que ganamos e hiciera el formato de cobro con sus anexos; quedé sorprendido, después de haber visto un pénsum completo, no entendía bien cómo era el procedimiento; ahí comprendí que la vida práctica es muy distinta de la teórica.
En un tablero todas las situaciones parecen solucionarse, cada técnico de fútbol antes del partido, lo tiene ganado en su libreta, el tema cambia cuando el juego comienza y la realidad no siempre se ajusta a lo planeado.
De igual forma, el trabajo y la vida profesional funcionan muy distinto en la práctica; un abogado litigante o un ingeniero en el terreno adquieren unas destrezas que no enseña ninguna universidad. El mejor ejemplo de lo anterior son los empresarios empíricos; Colombia cuenta con un sinnúmero de emprendedores que sin pasar por Harvard u Oxford han aprendido a llevar una contabilidad, a liderar una empresa, pagar nóminas y negociar contratos; ningún curso especializado enseña lo que la vida práctica conlleva.
Sin demeritar la educación que es necesaria y virtuosa, muchos países han puesto por encima de la vida práctica el simple estudio o la colección de diplomas; la conjugación perfecta sería ambas cosas, acompañar el estudio con el trabajo, pero depender solo del primero es un error. Lo curioso es que para gobernar ahora se miran más los títulos en la hoja de vida que la práctica, muchos funcionarios esperan ser elegidos por sus cartones, pero no por su trabajo.
El trabajo prepara realmente a las personas para la vida; el estímulo de conseguir la propia manutención es la mejor escuela que existe, y si a eso se le suma la preparación académica allí se comienza a formar un ciudadano preparado para asumir responsabilidades, inclusive gobernar; quien no ha administrado ni un parqueadero no puede pretender gobernar una ciudad de millones de habitantes, Bogotá especialmente ha vivido este tipo de improvisación.
Las prácticas profesionales en las universidades intentan suplir esta falencia, pero no es suficiente; depende de cada persona dejar solo la academia para aventurarse a emprender o ingresar al mundo laboral; esta decisión es necesaria incluso para los maestros o quienes quieren dedicarse a la investigación y la enseñanza, nada les aporta más a los estudiantes que un profesor con experiencia en lo que enseña.
Los empresarios no deben sentirse mal por no tener todos los títulos que ahora se cuelgan, la escuela de la vida ya les ha enseñado suficiente, es por ello por lo que varios pensadores comienzan a cuestionar la excesiva tecnocracia; no son mejores, solo han tomado un camino distinto que debe complementarse con el trabajo; la mayoría de los ciudadanos se sigue formando en la vida diaria y este esfuerzo es loable, el mundo moderno se ha construido más que con teorías con el trabajo diario de millones, que luchan por hacer las cosas bien.