Sin tiempo para la familia
Con alegría, muchas personas celebraron que a partir del 1 de mayo ya no sea necesario usar tapabocas cuando la vacunación del municipio supere 70%; con ello se vuelve casi a la total normalidad en gran parte del país.
El tapabocas se convirtió en un símbolo de la pandemia; millones de personas alrededor del mundo lo usaron, incluso de las formas más inverosímiles como dentro de un carro con el conductor solo o al aire libre con distanciamiento. La tragedia fue innegable, miles murieron y costó entender el funcionamiento del virus. A pesar de todo este espectro negativo, las empresas y las personas supieron adaptarse y trabajar de forma remota cuando se podía.
La rama judicial en Colombia se puso al día con la deuda que tenía en materia de sistematización; la virtualidad trajo consigo la simplificación de procesos como la radicación de un memorial, una demanda o la asistencia a una audiencia. Pero ellos no fueron los únicos beneficiados; cientos de oficinas y empresas aprendieron que diversos trabajos administrativos eran eficientes desde las casas. A pesar de este progreso, con la paulatina vuelta a la normalidad este avance se ve amenazado. Ya se cuentan por montones las oficinas que están haciendo volver a sus trabajadores, a pesar de que pueden cumplir sus obligaciones desde otro lugar; esta obtusa forma de pensar hace daño al progreso, pero sobre todo a la calidad de vida de todos los trabajadores.
Según estudio de la Ocde, donde se cruza tiempo de trabajo con el ocio y tiempo para familia, Colombia es el segundo peor país del mundo para vivir, con una calificación de 0.6, en una tabla comparativa de calificación hasta 10; la capital refleja este problema: en promedio las personas en Bogotá gastaron el año pasado alrededor de 94 horas en tráfico (en 2022 será una cifra mayor), según la Secretaría de Movilidad; con el trabajo y los quehaceres diarios, queda muy poco tiempo para la familia y, sobre todo, para ellos mismos. Sumados a todos los problemas de seguridad que enfrenta el país, ahora los trancones se convierten en el diario martirio de todos los trabajadores que están volviendo a las oficinas. Hace falta el contacto humano, pero también el contacto con las familias y debería ponerse a escoger quiénes realmente quieren volver y a quiénes se necesita de verdad sentados en un escritorio.
La conectividad que ofrece este mundo no había existido en ninguna etapa de la humanidad, hay que aprovecharla; aquella no puede ser solo para enterarse de los acontecimientos, tiene que ser para hacer más eficientes las ciudades, las empresas y las personas.
Existe una petición por parte de la rama judicial para seguir funcionando con el sistema virtual; este requerimiento debería ser atendido por otras compañías; no hace falta que miles de personas sacrifiquen en trancones el tiempo en familia; esa no puede ser la vuelta a la normalidad; y no cuenten con los mandatarios, ellos seguirán pensando en bicicletas desde sus camionetas.