Vamos a vivir sabroso
Decantadas las elecciones, el mensaje fue claro: la gente está aburrida de la clase política tradicional y los dos candidatos antisistema están en segunda vuelta; de poco sirvieron en esta campaña las plazas llenas y las caravanas multitudinarias; las personas iban, se comían su sándwich y votaban por otro candidato.
Esta ola de cambio va a forzar la elección entre dos caminos: el del discurso austero o el de una política social nueva en el país. Desde hace años, en las encuestas, la mayor insatisfacción pasaba por la corrupción y la credibilidad de las instituciones venía por el piso; así que era previsible el crecimiento de un candidato en contra del sistema; la sorpresa es que los dos candidatos pasaran a segunda vuelta.
La elección de Francia Márquez fue un acierto; a pesar de las constantes equivocaciones, ella representaba un sector de la sociedad olvidado por largos años; sus discursos reflejaron el sentir de un nicho de la población y su frase “vamos a vivir sabroso” se convirtió en un buen eslogan de campaña; sin embargo, la realidad es que no se puede vivir sabroso con subsidios y dependiendo de un gobierno. La continua bondad del Estado tiene consecuencias fiscales y con la inflación, que ya marca el 9,2%, sostener los programas sociales prometidos es sencillamente una falacia.
La otra propuesta es una reducción de los gastos del Estado, petición que lleva años siendo elevada por los ciudadanos; no tenía coherencia pedirles a los colombianos que se amarraran el cinturón cuando desde el gobierno seguían gastando a manos llenas; la futilidad de gastos se veía en almendras, cortinas y los más suntuosos terminaron siendo las súper asesorías que a hoy no se entiende su utilidad, distinta a la de los ministerios. La disminución de gastos y un Estado más pequeño es un paso importante para una transformación social; no es acrecentándolo más; como bien señala Milton Friedman a más Estado, más tentación y más corrupción.
Es bueno que la corrupción se haya vuelto el tema central de una campaña; “vivir sabroso” claro que es importante, pero ello no se puede sin resolver los problemas profundos de una sociedad, en la cual la falta de ética es una costumbre con la que se vive a diario, incluso desde pequeños.
El folclor con el cual Colombia asume sus problemas le permite convivir con ellos, pero debe enfrentarlos; la tolerancia continua con la corrupción debe parar y no puede quedarse en una frase de campaña. La reducción del Estado es un paso, pero no el único, toda una campaña de educación en valores y un efectivo castigo a los corruptos deben ser fundamentales; los ojos de todo un país están puestos en lo que se viene. Ojalá muchos colombianos puedan vivir sabroso, pero no a punta de subsidios sino trabajando, con un gobierno más limpio, con una sociedad que comience a pensar en el otro y donde el folclor se convierta en un nuevo negocio con el turismo y no en una mera máscara que esconda la realidad de Colombia.