La economía de servicios del siglo XXI está caracterizada por trabajos en los que las personas escogen sus lugares de empleo, la intensidad con la que quieren trabajar y los horarios en los que quieren hacerlo. Es un mundo en el que los individuos demandan mucha mayor autonomía para combinar sus necesidades personales y familiares con las del trabajo.
Hoy, es común encontrar personas con dos o tres ocupaciones distintas, pero a las que dedican menos de 40 horas a la semana a cada una. Un operario de un gran almacén puede complementar sus ingresos trabajando los fines de semana como mesero de medio día y hacer turnos en Uber los jueves, viernes y sábados en las noche. De esta manera, esta persona aumenta sus ingresos totales y complementa su empleo tradicional con otros dos trabajos que se acomodan a su disponibilidad de tiempo.
Para el dueño del restaurante es un buen arreglo porque tiene manos adicionales en horas pico de gran congestión, sin tener que contratar a una persona de mesero tiempo completo y tenerla desocupada gran parte del tiempo, permitiéndole reducir sus costos y proteger la rentabilidad de su negocio.
Padres y madres con hijos pequeños pueden escoger trabajar durante el tiempo que sus hijos están en la escuela, recogerlos y estar con ellos en la tarde para ayudarles con sus tareas y cenar con ellos. En la noche pueden regresar a trabajar algunas horas desde casa o fuera de ella. Esto mejoraría la calidad de vida de padres e hijos sin afectar los ingresos de la familia.
Todos los negocios que tienen picos requieren tener la flexibilidad de contar con manos adicionales en momentos en que se concentra la mayor demanda de sus clientes. Las normas que exigen que las personas permanezcan en el trabajo ocho horas al día y la asociación del contrato de trabajo a la remuneración mensual, reducen la oferta de empleos, restan oportunidades a los trabajadores y es uno de los factores que induce los bajos niveles de productividad laboral en el país.
El salario mínimo mensual es una construcción que respondía en el pasado a la aspiración de que las personas trabajaran en oficinas o en fábricas. Esa economía ya no existe y ese tipo de contratos laborales no son compatibles con una economía de servicios o al menos le restan flexibilidad y competitividad. Cuando limitamos a una persona a que trabaje ocho horas al día todos los días, le estamos dando pocas opciones: o acepta esta condición o no puede trabajar. Y cuando las normas laborales no se adecúan a la realidad del mercado laboral o a las necesidades de los negocios, las personas se las arreglan al margen de las normas.
La solución entonces no radica en hacer más exigentes las normas ni montar una policía para perseguir a quienes no cumplen, sino en reconocer la realidad y adecuar las normas a las condiciones y necesidades del mercado laboral y a las posibilidades de los negocios de ofrecer empleos con las características que necesitan y que puedan remunerar.
Debemos abandonar la indexación de la economía al salario mínimo mensual, pues este ya no tiene relación con las necesidades del mercado ni con las preferencias de las personas y se ha convertido en la principal restricción a la generación de empleos formales en el país. El salario mínimo mensual opera como un sobrecosto enorme a la generación de empleo formal, trayendo como resultado altas tasas de informalidad que superan el 65%, y dejando a la mayor parte de la población ocupada desprotegida y sin acceso a la seguridad social. Además, la exigencia de que la pensión mínima sea igual al salario mínimo ha resultado en que solo una quinta parte de la población pueda aspirar a obtener una pensión.
Una economía de servicios, y en especial la que quiere impulsar el Presidente Duque de economía naranja y servicios de tecnología, que sin duda es el futuro y que compite a nivel global, necesita condiciones flexibles y adecuadas a los requerimientos de estos negocios. La mayor reforma económica y social que podría adelantar el Gobierno sería la adopción del salario mínimo por horas, permitiendo la contratación por horas, con las correspondientes contribuciones a la seguridad social por horas, dándole así, tanto a empleadores como a trabajadores, la flexibilidad que hoy necesitan.