Analistas

La deconstrucción nacional

Juan Pablo Liévano Vegalara

Cada vez es más claro el propósito de la izquierda radical progresista en Colombia: la deconstrucción de la identidad, los valores y los principios.

No me refiero al concepto filosófico-literario que pretende realizar un análisis de las estructuras del discurso para buscar debilidades, o el desmontaje de un concepto mediante su análisis, ni al estudio de las categorías rígidas y opuestas del discurso occidental dicotómico para darle nuevos significados a cada categoría, sin que la definición de una dependa del significado de la otra, conforme al filósofo Jacques Derrida.

En realidad, se trata de la desestabilización y desmantelamiento de la identidad, los valores y los principios a los que hemos estado acostumbrados, con el fin de destruirlos y establecer unos nuevos.

El proceso parte de pequeños pasos, procurando la obtención de un gran objetivo, que no es nada distinto a un cambio de las estructuras económicas, políticas y sociales.

Pululan los ejemplos de deconstrucción en los tiempos de este Gobierno. Empecemos por los más sencillos. La etiqueta no es más que las convenciones de estilos, usos y costumbres que se deben observar en los actos, especialmente si son públicos y solemnes. Esto incluye la puntualidad y el código de vestimenta o “dress code”, como dirían los anglosajones.

La puntualidad y el vestir conforme a la ocasión son esenciales en el comportamiento de los funcionarios públicos y privados, hombres de negocios y gente común, pues muestran compromiso con la actividad y respeto a sus compañeros, clientes, proveedores y contrapartes. Llegar tarde a cualquier reunión o vestirse de manera inapropiada son sinónimos de desidia y desinterés.

Por otro lado, también tenemos las buenas cualidades y calidades que deben tener los funcionarios públicos y privados. No solo deben tener las capacidades y conocimientos técnicos, sino también condiciones personales, morales y éticas impolutas. Una organización no puede tener personas cuestionadas o cuyo comportamiento no guarde compostura y decoro, no solo por el riesgo reputacional, sino también porque las conductas tienden a repetirse. Igualmente, en el servicio público, si están cuestionadas por posibles actos indebidos o de corrupción, deberían retirarse o se les debería pedir la renuncia.

Como sociedad, la forma de crear desarrollo y bienestar se estructura en el esfuerzo y trabajo individual. No obstante, el Gobierno opera en contravía de este principio. La reforma pensional y el programa de jóvenes en paz son los mejores ejemplos.

Otros principios deconstruidos son la igualdad ante la ley y la acción del Estado para proteger la vida, honra y bienes de los colombianos. En Colombia, ser miembro de un grupo terrorista y estar negociando con el Estado paga e implica tener “licencia para delinquir”. El Estado no solo levanta las órdenes de captura para que los delincuentes anden orondos en camionetas último modelo y pagadas con nuestros impuestos, sino que también pueden delinquir a su antojo, pues tampoco pueden ser capturados en flagrancia.

Lo cierto es que este Gobierno ha generado, y seguirá generando, serios problemas de orden público, políticos, económicos y sociales, especialmente una deconstrucción o cambios abruptos de la identidad, valores y principios, dada cuenta sus intenciones y del perverso mal ejemplo que irradia con sus conductas.

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