Por un Congreso admirable
Se precipitó la campaña presidencial. El país está expectante sobre lo que pueda ocurrir de aquí al 31 de mayo de 2026, fecha de la primera vuelta, y, según están las cuentas, hasta la segunda vuelta del 21 de junio de 2026. Hay precandidatos de todos los colores y sabores. Dicen en los corrillos políticos, parques, clubes sociales, universidades, cafeterías y peluquerías que hay más de cincuenta precandidatos… y el candidato Iván Cepeda.
Muchos quieren ser presidente y sienten -o creen- que tienen lo que se necesita para enderezar el mal rumbo por el que se ha venido conduciendo al país o, según otros, para encarnar el “verdadero cambio” o continuar con el desastre, pues este mal gobierno no es con ellos.
Por supuesto, necesitamos un presidente distinto, que tenga en su ADN como valores y principios fundamentales la democracia liberal, la economía de mercado y el Estado social de derecho con propósito y, sobre todo, que respete las instituciones y no quiera hacer trizas la Constitución de 1991. Pero esto no es suficiente: Colombia necesita un Congreso que se ponga a tono con los tiempos, con congresistas preparados, serios y honestos, que trabajen en el mejor interés de la nación.
La realidad es que el papel del Congreso es fundamental, pues tiene funciones como reformar la Constitución, expedir las leyes, aprobar referendos y plebiscitos, aprobar el Presupuesto y el Plan Nacional de Desarrollo, establecer los impuestos, elegir al Procurador, al Contralor, al Defensor del Pueblo y a los magistrados de la Corte Constitucional, así como acusar y juzgar a los aforados.
Por ello, el Congreso no puede quedar en manos de personas sin experiencia ni capacidades técnicas, influenciadores o figuras mediáticas, ni de quienes no representen ni posean las ideas adecuadas para adelantar las agendas correctas que beneficien al país y a la ciudadanía. O, si fuere el caso -Dios no lo permita-, debe tener el carácter para oponerse a una toma hostil de las instituciones y del Estado de derecho por parte de un presidente dictatorial. Su papel consistirá en oponerse a las malas ideas o apoyar las buenas, según las circunstancias y, sobre todo, según sea el ocupante de la Casa de Nariño.
Y cuando me refiero al Congreso, ello implica que Senado y la Cámara de Representantes deben tener miembros de las más altas cualidades y calidades, con las ideologías correctas. Por eso, no solo es importante ganar la Presidencia, sino también las elecciones al Congreso.
Actualmente, el Senado cuenta con 108 miembros y la Cámara con 188. La distribución ideológica aproximada del Senado es: izquierda 31%, centro 28% y derecha 41%; y en la Cámara: izquierda 33%, centro 30% y derecha 37%. Estas distribuciones se ven afectadas -de manera no representativa- por las circunscripciones especiales de paz, que terminan en 2030, y las curules regaladas a las Farc, que finalizan en 2026, afortunadamente.
Es importante, entonces, que tengamos el Congreso que necesita Colombia: un “Congreso admirable”, que cuente con las mayorías que representen los valores y principios de la democracia liberal, la economía de mercado y el respeto al Estado social de derecho con propósito.