Trump mordió el anzuelo
En estos momentos turbulentos de la política colombiana, después de que los Estados Unidos descertificaron al Gobierno petrista, el presidente ha decidido cazar peleas con Trump y otros actores. Lo hace con propósitos eminentemente electorales. De hecho, ante los inexistentes resultados, Petro necesita identificar causas y enemigos desesperadamente para tratar de desviar el foco de la opinión pública, unir a sus huestes y movilizar los sentimientos de muchos desprevenidos y mal informados. No importa que la causa o el enemigo sean externos y lejanos; lo importante es que sean taquilleros, para movilizar la opinión pública a su favor y alrededor de la causa.
El turno inicial fue de Israel y Netanyahu. Los atacó por la guerra en Gaza, llamándolos genocidas, sin entender muy bien las complejidades del conflicto. Movilizó a los desadaptados de siempre, que bloquearon vías y vandalizaron bienes públicos y privados, y recibió con bombos y platillos a las colombianas deportadas de Israel. Finalmente, se le acabó el filón mediático ante el acuerdo de paz alcanzado por las gestiones de Trump.
Después resolvió atacar al propio Trump, llamándolo también genocida. Afirmó que utiliza la política antidrogas no para reducir la demanda y el consumo, sino para controlar a los pueblos latinoamericanos. Tuvo la osadía de pedirles a los soldados estadounidenses, en plenas calles de Nueva York, que desobedecieran a su comandante en jefe. Amenazó incluso con demandas penales, lo llamó grosero e ignorante e insinuó que debía ser destituido.
Desafortunadamente, para nosotros los colombianos -que no tenemos por qué pagar el pato del desgobierno petrista-, Trump mordió el anzuelo. Le contestó llamándolo lunático y líder del narcotráfico. Justamente, lo que quería nuestro líder de la distopía: cazar pelea. Identificó el enemigo, Trump, y la causa: la defensa de la soberanía, la dignidad presidencial y el antiimperialismo.
El problema para el país es la posibilidad de la imposición de nuevos aranceles para las exportaciones a EE.UU. y la cancelación de los programas de ayuda. Así, gracias al entendimiento del gobierno estadounidense de que aumentar los aranceles no es la respuesta, y dado que a Petro le queda poco tiempo, la única sanción será la pérdida de las ayudas, aunque ya se avizoran sanciones personales para funcionarios del Gobierno y otros simpatizantes del régimen petrista, tales como la cancelación de visas e inclusiones en las listas de la Ofac.
Lo cierto es que Trump debió ignorar todas las mendaces impertinencias del sátrapa para no hacerlo crecer, pues este necesita peleas para hacerse visible. Ahora, a las intestinas e inocuas banderas de la lucha contra la economía fósil, la guerra en Gaza, el “neoliberalismo opresor” y la ultraderecha retrógrada que -según él- no lo deja gobernar, se le unirá la lucha contra el imperialismo yanqui. Toda una diatriba donde, para él, lo de fondo no son los problemas y sus soluciones, sino la movilización política.
Finalmente, el lobo petrista dejó caer su piel de oveja y reveló sus verdaderas intenciones: tomarse y destruir la democracia. Al mejor estilo de Chávez, quiere una Asamblea Nacional Constituyente a su medida. Será labor de todos los demócratas de este país oponernos vehementemente a semejante esperpento. Y a Trump, ojalá, ignorarlo.