Aspiraciones democráticas
En un contexto global de ascenso del autoritarismo, las recientes protestas en Hong Kong sobresalen como una muestra de las aspiraciones democráticas que persisten incluso en los entornos más adversos. Las manifestaciones masivas de los últimos días, así como el revés que estas han significado para el gobierno en Beijing, permiten extraer varias lecciones.
El punto de referencia es 2006, momento en el que los avances hasta entonces logrados en profundización de la democracia a nivel mundial alcanzaron su punto de quiebre. China, que algunos esperaban avanzara en la dirección de occidente, aceleró la consolidación de su modelo antidemocrático. Ejemplos de esto son la abolición de los límites a los términos presidenciales, la intensificación de la política sobre los “campos de reeducación” en Xinjiang - básicamente, campos de concentración donde se mantienen cientos de miles de personas de la etnia uigur - y la prolongada situación humanitaria en el Tíbet.
En esta serie de medidas, el proyecto de ley en el territorio autónomo de Hong Kong que permitiría la extradición de criminales a China y que, según sus críticos, serviría para perseguir a opositores políticos y líderes religiosos, desató las protestas ciudadanas más importantes desde que cesó el control británico. Algunos estiman el tamaño de las movilizaciones en cerca de 30 % del total de la población de 7,4 millones.
Tres lecciones se pueden extraer de estos hechos. Primero, la clara conexión entre decisiones políticas desacertadas y el desempeño económico, como se ha manifestado por parte de compañías que ven con escepticismo el creciente control que se ejerce desde Beijing y que se ha traducido en el retiro de inversiones. Esto pareciera obvio, pero hace poco en Colombia se armó un debate cuando el gerente del Banco de la República sugirió que dicha conexión existe y que la polarización política de hecho le está haciendo daño a la economía.
Segundo, el manejo incorrecto de asuntos internos amenaza con tener repercusiones en el ámbito internacional. Recientemente Mike Pompeo afirmó que la situación de Hong Kong hará parte de la agenda de Estados Unidos con China en el marco de las próximas reuniones del G20. De igual manera, un grupo bipartidista del Congreso de Estados Unidos ha amenazado con degradar el estatus especial de Hong Kong como centro comercial si Beijing continúa con estas políticas.
Los hechos recientes contribuyen a exacerbar la ya difícil relación entre las dos naciones asociada a la guerra comercial. Al igual que en el caso anterior, esto pareciera ser obvio, pero siempre es bueno recordar que la paciencia de la comunidad internacional no es infinita.
Tercero, los millones de personas que se manifestaron en Hong Kong ganaron un primer round, obligando al gobierno a admitir sus deficiencias, dejar en suspenso el proyecto de ley y pedir disculpas por la angustia generada. El proyecto de ley aún no se ha retirado, pero la respuesta con represión hizo que de una sola exigencia se pasara a una agenda más amplia con demandas relacionadas con los desarrollos de las protestas e incluso la renuncia de la máxima autoridad de Hong Kong.
Como en otros casos, pareciera que, ante el abuso y las decisiones del gobierno en contra de las aspiraciones democráticas, libertades y progreso de la población, es la ciudadanía quien tiene la última palabra.