Hacia una agenda regional
A medida que se disipan las dudas sobre la transferencia de poder en Estados Unidos, se abre una puerta a un redireccionamiento en la relación entre la potencia del norte y la región de América Latina y el Caribe. Varios temas cruciales de estos países deben ser parte de una agenda de trabajo conjunto enmarcada en el multilateralismo al que le quiere apostar la Casa Blanca.
Durante los últimos cuatro años, la aproximación a los principales problemas de la región estuvo marcada por estrategias de máxima presión y esfuerzos unilaterales; la falta de liderazgo para impulsar iniciativas conjuntas fue el común denominador, y los resultados en varios países distan mucho de ser ideales. El nombramiento de Antony Blinken como Secretario de Estado de Joe Biden, con su inclinación por el multilateralismo, debe propiciar la construcción de un nuevo relato sobre la forma de abordar las actuales dificultades.
Un primer ámbito de trabajo conjunto es la coyuntura actual generada por el covid-19 en materia de salud pública y en el plano económico.
Respecto a la primera, la expectativa generada por los anuncios recientes de Pfizer y Moderna sobre una vacuna debe traducirse en la coordinación de esfuerzos para la fase de vacunación, que promete ser por lo menos tan complicada como lo ha sido la tragedia del virus hasta ahora.
En materia económica, los planes supranacionales para la reactivación siguen ausentes de la agenda de la región, desperdiciándose la posibilidad de aprovechar sinergias entre países hacia tal fin. Un impulso por parte de Estados Unidos en tal dirección, respetando las iniciativas y enfoques latinoamericanos, puede facilitar muchas iniciativas de beneficio colectivo.
Un segundo tema clave en la agenda regional es el de la protección del medio ambiente.
Sin duda, la disposición de Biden y su equipo de creer en la ciencia y, con ello, rechazar afirmaciones de la administración actual como que “el cambio climático es una farsa”, debe permitir alcanzar compromisos concretos para contrarrestar las afectaciones ambientales. La acelerada deforestación de la Amazonía y los huracanes devastadores en el Caribe son señales claras de la urgencia de acuerdos impensables en el escenario de los años recientes.
Un tercer tema estratégico es el de la seguridad, que durante los años recientes se ha deteriorado de manera notable en países como México, Nicaragua, Venezuela y Colombia, y donde hay varios vasos comunicantes que se podrían atacar de manera articulada permitiendo mejores resultados que los alcanzados hasta ahora.
Y un último eje esencial para el trabajo regional es la promoción de la democracia. Contrario a lo que se vio hacia finales del siglo pasado y comienzos de este, la democracia pierde fuerza en la región; la frustración de la ciudadanía ha generado un creciente escepticismo, que se traduce en un difícil clima de protesta social, lo que hace necesario impulsar medidas sociales, económicas y políticas para darle un nuevo aire al ímpetu democrático en la región.
Desde luego, nada de esto será fácil. La situación interna de Estados Unidos es en sí misma muy delicada, lo cual exige iniciativas desde la región para construir esta agenda. Los nombramientos recientes en Washington deben leerse como la señal de que es urgente trabajar en esa dirección.