La posibilidad de un acuerdo
Mientras en este momento la atención mundial se centra en Europa, con el riesgo de una arremetida de Putin sobre Ucrania, en paralelo avanza la renegociación del acuerdo nuclear con Irán, el cual podría brindar resultados trascendentales para la seguridad global en los próximos días. De ser exitosa esta negociación, además, podría recordar algunos elementos clave en los esfuerzos hacia la construcción de cierto orden, lo que contrasta con el enfoque que ha caracterizado hasta ahora al manejo de la relación con Rusia.
En el caso de Ucrania, las avanzadas militares, envío de armas y amenazas de las últimas semanas, fueron acompañados ahora por el fallido encuentro del presidente francés, Emmanuel Macron, con Vladimir Putin y la precisión del Kremlin sobre los alcances de las conclusiones de dicha reunión. A esto se añade la reacción del canciller alemán, Olaf Scholz, tras su reunión con Joe Biden, de sumarse a los esfuerzos de la Otan en la construcción de una posición conjunta frente a Rusia; la tardanza en la respuesta de Scholz, más que verse como una movida estratégica, ha sido tomada como evidencia de su falta de liderazgo.
Las posiciones de las partes parecen inalteradas, con liderazgos fallidos y desacuerdos originados en visiones inflexibles en Rusia y Occidente, que generan incompatibilidades estructurales en la relación. El riesgo de guerra continúa inalterado.
Algo diferente pareciera ocurrir en la renegociación del tratado nuclear de Irán con Estados Unidos, donde Rusia ha servido como mediador, y podrían producir una noticia positiva próximamente. Lo complejo de la negociación ha obligado a blindarla de la realidad en otros ámbitos, y caracterizarla por un ambiente de trabajo donde Rusia y Estados Unidos privilegian el interés compartido más allá de las múltiples diferencias existentes, tomando distancia de retóricas grandilocuentes.
Tras más de 10 años de esfuerzo bipartidista en Estados Unidos, múltiples resoluciones de Naciones Unidas, y el acompañamiento de China, Rusia y Alemania, el acuerdo de 2015 brindaba garantías con las que la comunidad global - y especialmente una región tan caldeada - podían vivir.
La irresponsabilidad de Donald Trump al retirar a su país del acuerdo, no solo ha generado una enorme inestabilidad, sino que ahora complica doblemente la negociación. Por un lado, porque terminó por debilitar al sector moderado en Irán que promovió el acuerdo y empoderar a una facción radical con la que ha sido más difícil negociar; y por otra parte, por la incapacidad de los norteamericanos de brindar garantías de que una decisión como la del expresidente no volverá a ocurrir en un par de años; algo que naturalmente piden los iraníes.
Sin embargo, la flexibilidad en las posiciones de las partes, la conciencia de que un acuerdo con enemigos jurados es mejor que la permanente zozobra de la guerra, y que el interés nacional pesa más que las retóricas idealistas y moralistas, podría darle una segunda oportunidad de salida a uno de los temas álgidos en la agenda global. De igual manera, volver a poner de presente las aspiraciones de diferentes sociedades - lejos del sentido hegemónico que caracteriza múltiples discusiones a lo largo del planeta - y trabajar hacia mecanismos que permitan articularlas, podría servir como referente para el manejo de otros conflictos.