Sistema global en crisis
Durante la segunda mitad del Siglo XX, el ascenso de las democracias y la promoción del libre comercio caracterizaron los esfuerzos de occidente y lograron tomar tanta fuerza, que para algunos el modelo de democracias liberales y economías de mercado marcarían “el fin de la historia”.
Hoy es claro que ambos pilares del mundo moderno están en crisis, no solo por su incapacidad de cumplir con las expectativas que ellos mismos crearon, sino porque su principal defensor, los Estados Unidos, ha tomado una creciente distancia respecto a sus banderas de esos años. Este nuevo contexto obliga a muchos países a replantearse sus intereses y acciones desde el muy corto plazo.
En materia de democracia, las alarmas se empezaron a prender a lo largo del mundo en 2006 a partir de la “recesión de la democracia”, asociada al ascenso progresivo del autoritarismo en países como Botsuana, Hungría, Nicaragua, Rusia, Tailandia, Turquía y Venezuela, y posteriormente por los fallidos intentos de democratización en la presente década en los países de la primavera árabe. Tal situación se ha visto reforzada por la inclinación hacia modelos nada liberales en Hungría y Polonia y el posicionamiento de partidos de extrema derecha en diferentes países de Europa occidental.
Sin embargo, a pesar de esas condiciones, la situación de hoy es muy diferente a la de hace un tiempo. Hasta hace poco se consideraba que la principal amenaza al modelo de democracia liberal provenía de China, mientras que hoy la principal amenaza a dicho modelo proviene de los Estados Unidos.
La llegada al poder de Donald Trump, con una agenda racista, xenofóbica y de clara inclinación autoritaria, dista mucho de los valores de la democracia liberal que por diferentes mecanismos se impulsó a lo largo del planeta.
Pero los problemas globales no son solo de orden político. Como señaló el nobel de Economía, Paul Krugman, en su reciente visita a Colombia, el sistema de comercio global, que con algunas fluctuaciones ha generado crecientes volúmenes de comercio desde 1870, y que había sido una de las prioridades en la agenda de los Estados Unidos, hoy también pasa a un segundo plano.
El abandono del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP), los recientes aranceles al acero y al aluminio, la guerra comercial con China y las amenazas de buscar una renegociación del Nafta, son evidencia de una decisión de Estados Unidos de abandonar el sistema de comercio global.
La pregunta ahora es para los demás países y sociedades del mundo que creen en las bondades de la democracia liberal y del libre comercio entre naciones y, especialmente, aquellos países en desarrollo. ¿Seguirán estos el nuevo modelo que propone Trump, estableciendo barreras al comercio y limitando las libertades individuales, o apostarán cada vez más por sociedades modernas, integradas entre sí, y que protejan los derechos de las minorías y de otras poblaciones vulnerables?
Sería un error caer en la trampa de seguir esta agenda. El camino debe ser el de aprovechar esta coyuntura crítica para corregir los errores presentes en nuestros sistemas políticos y económicos, de tal forma que los beneficios de las democracias liberales y las economías de mercado lleguen cada vez a mayores sectores de la población.