Tratando de entender
En medio de un contexto desolador por los acontecimientos de los últimos días, medios de comunicación y redes sociales desgastantes, y múltiples conversaciones disonantes, una lectura cuidadosa a algunas cifras bien podría ayudar a entender mejor momento. El camino hacia las soluciones podría ser menos esquivo de lo que ha sido hasta ahora.
Una primera herramienta de análisis es la más reciente encuesta del Centro Nacional de Consultoría (CNC), realizada a jóvenes entre los 15 y 35 años. Allí, 99% de los encuestados indica estar de acuerdo con que es importante escuchar distintas opiniones para resolver los problemas del país, y 91% considera que la diversidad de puntos de vista enriquece el diálogo necesario para ello. Por su parte, según el Opinómetro de Datexco, 75% de los encuestados - población mayor de 18 años - está a favor del paro nacional, mientras que 82% considera que el gobierno le ha dado un mal manejo a la situación.
Aquí aparecen varios mensajes claros que permiten ir más allá de los lugares comunes. Primero, cualquier intento de asociar la movilización con grupos manipulados ideológicamente es errado y, por el contrario, el inconformismo es de niveles sustancialmente altos, traspasando clases sociales o afiliaciones políticas. Segundo, el escalamiento de la crisis en muy buena medida es atribuible al gobierno. Y, tercero, para superar la situación actual, la ciudadanía tiene voluntad de diálogo entre actores que piensan diferente.
¿Qué ha faltado entonces para lograrlo, y qué se podría hacer para corregir los errores cometidos?
Luego de la frustrada reunión del lunes con el gobierno, los representantes del Comité Nacional del Paro señalaron que “no hubo empatía”, lo que se tradujo en el anuncio de más protestas. Al margen de las posiciones frente a aquellos, tal afirmación coincide con los resultados de la encuesta del CNC, donde 30% de los jóvenes mencionaba que el sentimiento que más le hace falta al país es ese: la empatía.
Entonces, ¿no podría tomarse precisamente la empatía como el eje articulador del diálogo al que, como vimos, una sólida mayoría del país respalda? ¿Qué resultados arrojaría un ejercicio de autocrítica honesta por parte del gobierno que le permita cuestionarse sobre los temas por los cuales la ciudadanía lo juzga por su falta de empatía?
Un diálogo ciudadano abierto, sin agendas preconcebidas y pobres cálculos políticos señalaría las respuestas. Pero, nuevamente, los datos nos muestran por donde va la cosa: sentimientos de incertidumbre, frustración, miedo y rabia dominan al país (81% según el CNC). ¿Qué tal entonces una agenda concertada con la ciudadanía que se proponga atacar estas emociones?
Para esto habría que empezar por hacer un cambio en la forma como se lee la realidad, abandonar estereotipos maniqueos que se reciclan en estas coyunturas y aceptar el sentimiento dominante de una falta de empatía hacia la ciudadanía y sus problemas. El paso siguiente sería dejar de lado el lenguaje que tanto mal le ha hecho al país por estas semanas (por no decir en los últimos años).
Con esos pasos iniciales, habría mayores posibilidades de construir acuerdos que aquellas que se ofrecen actualmente, donde la desconfianza e indignación abren entre las partes un abismo que parece imposible cruzar.