¿Una nueva apuesta por las reglas?
Los términos que utilizó Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, fueron contundentes: “En medio de las tensiones del comercio internacional, con nuestros socios del Mercosur estamos enviando una señal potente de que apoyamos el comercio basado en reglas”. Y es que a pesar de las dificultades para lograr el reciente acuerdo entre Mercosur y la Unión Europea, y de los obstáculos que se vislumbran, el contexto en el que se llega a este resultado obliga a darle una mirada especial.
La negociación tomó más de veinte años, con interrupciones, inestabilidad política, un giro importante en la orientación ideológica de América Latina y, en los últimos años, con un ambiente enrarecido por el avance de las agendas proteccionistas globales y una guerra comercial en desarrollo. Un ejemplo de la complejidad del escenario es que mientras el año pasado la negociación se suspendió por el triunfo de Jair Bolsonaro en Brasil y la imposibilidad del gobierno de adquirir mayores compromisos, algunos señalan la presencia de los actuales presidentes de la región como una ventana de oportunidad de cara a la incertidumbre por las elecciones de octubre en Argentina.
El acuerdo logrado integra a unos 800 millones de personas, abarca cerca de un cuarto del PIB mundial y más de US$100.000 millones en comercio bilateral de bienes y servicios. El texto incluye la reducción de aranceles, mayor acceso a mercados, relajación en las normas de contratación pública en los países del Mercosur, mecanismos de salvaguarda temporales para sectores vulnerables ante las nuevas condiciones, así como protección de estándares en alimentos, condiciones laborales y a nivel ambiental.
Justamente, el tema del medio ambiente ha sido una de las preocupaciones recientes en esta discusión, tanto que podría complicar el panorama hacia delante. Bolsonaro ha mostrado posiciones ambivalentes frente a la salida de Brasil del Acuerdo de París sobre el cambio climático, y los sectores agroindustriales a los que es cercano han intensificado su lobby por políticas más laxas frente a la deforestación del Amazonas. No obstante, el texto incluye explícitamente el compromiso de objetivos de reducción de emisiones del Acuerdo de Paris, así como el de combatir la deforestación.
Estos temas, junto con los usuales intereses proteccionistas de sectores como el agrícola en países de la Unión Europea, o el industrial en Brasil, tendrán que sortearse en las próximas semanas. Solo entonces podrá hablarse de un acuerdo ratificado en las instancias correspondientes.
Lo que sí hay que resaltar desde ya es el logro de un resultado que puede contribuir a restaurar la apuesta por las normas y las instituciones. Especialmente, en una coyuntura donde pareciera que todos los pactos se pueden incumplir, y que no hay valor en un sistema internacional de comercio basado en reglas - posiciones que ya se han traducido en millonarias pérdidas a nivel global. Más aún, es destacable que se den pruebas de la posibilidad de alcanzar la cooperación a pesar de las diferencias, ya que es precisamente ese el mecanismo para abordar problemas que sobrepasan las capacidades aisladas de los diferentes actores, como es el caso de los desafíos ambientales.
Tal vez sea hora de darse cuenta de que el camino de la cooperación y los acuerdos ofrece más beneficios que el de la confrontación y la defensa ciega de posiciones individuales.