Cuándo será 2026
miércoles, 5 de junio de 2024
Julián Santiago Vásquez Roldán
Sin duda este gobierno recibió un país que reclamaba una mirada distinta de las realidades, no con esto quiero significar que el país no tenía avances significativos en materia de indicadores económicos, sociales y de competitividad. Los tenía y el país transitaba hacia la oportunidad de ser uno de los principales receptores de inversión de la región al contar con gobiernos garantistas de libertad económica y promotores de la inversión extranjera, aprovechando, además, que en Latinoamérica se materializaba el posicionamiento de gobiernos de izquierda. Sin embargo, esa expectativa de concretar inversión se alejó con el triunfo de un gobierno de izquierda que ha significado renunciar por ahora a ser líderes en inversión y, contrario a eso, el país hoy transita en un escenario de incertidumbre y desconfianza.
Retomando el reclamo del país por una mirada distinta (de cambio) de las múltiples problemáticas, bien vale la pena reflexionar sobre cómo se llegó a ese momento. Explicaciones pueden ser múltiples, sin embargo, considero hay por lo menos cuatro planteamientos generalmente compartidos. El primero de ellos es que, pese al progreso del país, todavía mucha población no logra percibir de manera directa beneficios de políticas públicas y aunque su candidato triunfe en las elecciones, ellos terminan siendo perdedores en el gobierno, lo que creó un escenario de insatisfacción para que parte población sintiera que no tenía nada por perder y mucho por ganar al pensar en el cambio. En segundo lugar, el desgaste que significó seis gobiernos (cuatro presidentes) continuos con pensamientos marcados de derecha. Estos gobiernos y sus posturas crearon un ambiente propicio para una izquierda quizás más radical, aunque no la primera con foco en lo social, pues cerca de tres décadas atrás Ernesto Samper le planteó al país el Salto Social, esto sin mencionar otros con posturas similares de otros gobiernos. En tercer lugar, estoy convencido que aún con sus buenas intenciones, empedrando el camino al infierno el gobierno del presidente Duque hizo un esfuerzo gigantesco en subsidios incluso superior a cualquier gobierno para sopesar la crisis que ocasionó la pandemia e intentar que no se agudizara la pobreza, al tiempo que planteó al inicio de su gobierno un distanciamiento del Congreso que atrasó la agenda de gobierno.
Mientras todo esto sucedía, el gobierno estuvo distante de los proyectos regionales y los gobernantes locales, lo que significó que su gobierno le faltara sensibilidad territorial y esto se convirtiera en caldo de cultivo para la protesta social. Finalmente, un cuarto planteamiento es que el hoy Presidente tuvo la virtud de perseverar en su sueño de gobernar y por fortuna del país no lo hizo por su camino inicial de las armas, sino que fue por el camino de los votos, lo que se convierte en triunfo de la democracia, un reto de gobierno y quizás por la realidad de hoy una pérdida para el país.
El Presidente siendo candidato acertó políticamente con las protestas que paralizaron el país, aprovechando que el presidente Duque estaba enfocado en la vacunación y en otorgar subsidios para contener el incremento de la pobreza que generó la covid-19. Además de estrategias comunicacionales non sanctas. Hoy, mientras escribo este artículo, en segunda instancia el Tribunal Superior de Bogotá ratifica condena a miembros de la primera línea por su participación en hechos violentos durante las manifestaciones sociales de 2019 y 2020. Resaltan diferentes medios que “el grupo criminal coordinaba las acciones violentas contra civiles y la fuerza pública durante las movilizaciones”. Además, según el Tribunal pertenecían al denominado Frente Segundo Manuel Marulanda Vélez de las disidencias de las Farc. Agregan adicionalmente, que “realizaron ataques que se tradujeron en vías de hecho, violencia contra la población, la Policía Nacional y las estructuras de servicios de transporte público colectivo u oficial. Lo anterior, con el fin de crear zozobra, terror y miedo en la ciudadanía”.
Muchas personas ante de la incertidumbre y la desconfianza preguntan ¿cuánto falta para 2026?
La respuesta es relativamente sencilla, faltan menos de 800 días de gobierno. El Presidente está a tiempo de decidir entre cumplir la promesa del cambio o los escándalos de corrupción, incapacidad de su equipo y ausencias permanentes de su parte en temas trascendentales. Aspiro a que el gobierno reconozca su papel en el momento histórico y entienda que en menos de 800 días se han hecho obras tan importantes como la casa construida más rápida del mundo en menos de 27 minutos en Alabama, el hospital chino con 1.000 camas en 10 días, el rascacielos de más de 200 metros en 57 días o los avances que en ese mismo tiempo se lograron en el Túnel Guillermo Gaviria Echeverry (el túnel carretero más largo de América) o el proyecto hidroeléctrico Ituango que evitó recientemente el apagón del país.