Sin duda, la economía colombiana evidencia debilitamiento en los últimos meses y desde hace días suenan voces de preocupación por el presente y garantizan turbulencia en múltiples sectores; las cifras entregadas por el Dane indican que el crecimiento de la economía colombiana fue de -0,3% para el tercer trimestre de 2023, dejando clara la desaceleración económica.
Preocupa en este sentido, que el sector construcción cayó 8% con respecto al mismo periodo de 2022, la industria manufacturera 6,2%, el comercio, por su parte, registra una caída de 3,5% e incluso el mismo recaudo de impuestos que es la fuente de ingresos del gobierno para la reactivación de la economía y el gasto social cayó en 1,8%, a esto se suma un ambiente marcado por incertidumbre y el llamado del presidente a su equipo de ministros para que ejecuten (pues a pocas semanas de cierre del año la ejecución es cercana a 54% del presupuesto).
Las cifras tienen al ser frías un poder de aterrizaje y de retomar el rumbo cuando así se desea. En este entendido, las miradas para frenar la desaceleración recaen sobre la necesidad de disminución de las tasas de interés, que sin duda son un camino y así lo entiende el gobierno y el mismo presidente ha enviado mensaje directo a la Junta Directiva del Banco de la República para que disminuyan la tasa de política monetaria y esa reducción se traslade al general de la economía y se evite la profundización de la desaceleración.
Otros caminos que pueden plantearse pueden ser, en principio, promover la ejecución del gobierno nacional en sectores que reactiven rápidamente la economía; dentro del rubro de construcción, y en general en el PIB, una de las cifras que más llama la atención es el crecimiento de -15% en el desarrollo de obras públicas de infraestructura, con lo que puede concluirse, siendo fiel a las cifras, que el responsable en gran medida de la caída en el PIB es el Gobierno Nacional, en quien está la responsabilidad de ejecutar los recursos de este sector de la economía en el que hay tantos proyectos esperando financiación. No obstante, el presidente insiste en reducir la tasa de interés cuando la pelota está en su cancha.
Este panorama económico debería implicar que sea el presidente y su equipo de gobierno quienes se pregunten ¿qué es lo que realmente está pasando en la economía?, la respuesta por lo menos parcial a esta pregunta saltaría a la vista; un ambiente de desconfianza, unos territorios a los que no llega la inversión y un equipo de gobierno que debe entender que debe centrar toda su energía en la ejecución para que los recursos lleguen a las regiones, adicionalmente, esta metodología permitiría entender que, aunque es loable cerrar la brechas en precios de combustibles, esto generará definitivamente presión inflacionaria y limitará el actuar del Banco de la República, esto sin considerar fenómeno del niño que sumará presión en alimentos y en un sector energía ya aporreado por desconfianza, disminución de inversión por tasas que no dan cierre financiero, incertidumbre jurídica y limitantes significativos por licencias sociales.
Sumándole a lo anterior la entrada en vigor del impuesto a los alimentos procesados que se prevé, tendrá un efecto más perjudicial en los precios de los hogares más pobres.
Parte del punto de tranquilidad sobre el cual el gobierno solicita una reducción de tasas se soporta en la caída de las tasas de desempleo, aún con las cifras de crecimiento ya esbozadas. Sin embargo, este panorama genera una preocupación mayor; estamos generando empleos informales, poco remunerados y de baja productividad, pues pese a una mayor ocupación de la población, el crecimiento de la economía es negativo.
Dicho lo anterior, los resultados del PIB deben movilizar al gobierno para implementar con carácter prioritario un plan de reactivación de la economía que se centre en el sector de la construcción y la energía, pero que incluya estrategias multisectoriales, al tiempo que debería evaluar cambiar la directiva presidencial publicada el 14 de noviembre de ejecución de recursos (que bien intencionada está), por un dialogo directo con los gobernantes salientes y entrantes sobre proyectos prioritarios ya en marcha o listos para inversión.
El departamento de Antioquia es un ejemplo vivo de capacidad de ejecución en vivienda, vías, energía, entre muchos otros que bien pueden ayudar a reactivar la economía colombiana.