Diálogo para caminar y camino para dialogar
Durante la visita que hicimos a las comunidades Kuskat, en Manaure, y Okushimana, en Riohacha (La Guajira), una lideresa wayuu nos dijo que para materializar los propósitos del Estado y hacerlos duraderos en el tiempo no se puede actuar en solitario. Resumió en el popular adagio: “Una golondrina no hace verano”, esa sabiduría matrilineal de su comunidad.
El sentido de este refrán está asociado a la necesidad que el Estado emprenda acciones conjuntas con todos los actores que sean necesarios para superar las condiciones de desigualdad, pobreza y vulnerabilidad en los territorios más olvidados de Colombia. Hoy la agenda del Gobierno es una agenda de país.
Esa ha sido una de las premisas del presidente Gustavo Petro en el sentido de que la producción, el trabajo y el conocimiento -como herramientas de transformación social- sólo pueden ponerse en marcha, con efectividad, si logramos un triunvirato del Estado, el sector privado y la sociedad.
Tal alianza supone un diálogo social, abierto y franco, en beneficio de las comunidades más vulnerables. Lo dijo el Jefe de Estado durante su posesión y lo reiteró el pasado 21 de noviembre previo al encuentro con algunos de los grupos empresariales más importantes del país: “Para que la paz sea posible en Colombia, necesitamos dialogar, dialogar mucho, entendernos, buscar los caminos comunes, producir cambios”.
Tanto en ese encuentro como en los que hemos llevado a cabo con los gremios del sector energético, o los mandatarios locales electos, logramos escucharnos sin prevenciones y derrumbar los mitos que se habían levantado entre distintas orillas. Incluso trazamos planes de trabajo basados en temas como el desarrollo productivo de la tierra, el fortalecimiento de la economía popular, la transición energética y la inclusión financiera.
Los diálogos también nos han permitido entender que la política de inclusión social del Gobierno le apuesta a ir más allá de las transferencias monetarias temporales que no sacan a nadie de la pobreza. Es necesario ofrecer, a quienes más lo necesitan, una ruta de opciones que genere emprendimiento, productividad desde la economía popular, empleo y hasta la posibilidad de competir en el sistema económico. Tenemos la convicción de que esta estrategia se traducirá en opciones de movilidad social perdurables en el tiempo.
En esos diálogos comprendimos que nos acerca el deseo de trabajar de manera articulada para la superación de la pobreza. También hemos coincidido en que estos encuentros deben ir más allá del discurso y planteamos propuestas concretas, que están en marcha, y fechas de evaluación y seguimiento. Los primeros frutos los empezaremos a ver esta semana en La Guajira.
El diálogo es el camino para articular esa polifonía de voces. En algunos casos -como recuerda Jürgen Habermas- nos reconoceremos y, en otros, nuestras valoraciones serán cuestionadas. Lo importante es que a través de la comunicación racional y sincera aquellos caminos, que en principio parecen opuestos, encuentren, por consenso, metas comunes y posibles como la superación de la pobreza y el fortalecimiento de la economía.
Las puertas del diálogo están abiertas y debemos mantenerlas así, sin distinción alguna. Para pasar al otro sabio refrán: “La unión hace la fuerza”.